Por Pablo Vera
Un colaborador le alcanza a Robert una copia del discurso de Milei del 15 de noviembre en la sesión de la CPAC, la Conferencia Política de Acción Conservadora, en Mar-a-Lago , el resort de Florida, Estados Unidos.
En particular se detiene en el siguiente párrafo: “En la Argentina hace 120 años nos regíamos por el capitalismo de libre empresa y contábamos con el PBI per cápita más alto del mundo…”. Robert se sonríe con malicia. Se frota las manos. Nuestro protagonista es Robert Lighthizer, confirmado como el Representante Comercial de Estados Unidos (USTR), cargo que ya ocupó en la anterior gestión de Donald Trump. Su figura es considerada como “el cerebro comercial en las sombras”, el “consigliere”, “el hombre de los aranceles” de Trump. Efectivamente, un personaje clave en la política comercial exterior del millonario Presidente.
¿Por qué se frotó las manos?
En su discurso en la Fundación de la Escuela Superior de Guerra Naval del 17 de agosto de 2023, Robert Lighthizer explicó su posicionamiento en política comercial a nivel global. Definió a China como un adversario peligroso y agresivo. Paradójicamente, sostuvo que parte del desarrollo económico de China es producto de capitales de Estados Unidos insertados en el gigante oriental. ¿Por qué? A mediados de los ’70 se produce en los países centrales y particularmente en Estados Unidos una caída en la tasa de ganancias. Evaluando las causas, la teoría dominante construyó la idea del “estrangulamiento salarial”, es decir culpar al salario por la caída de la tasa de beneficio capitalista. Es entonces que para sortear este “escollo” laboral, el capital deslocalizó la producción hacia países emergentes, buscando bajos salarios y escasa o nula organización sindical. Estados Unidos fue el mejor “deslocalizador”.
Al decir de Dídimo Castillo Fernández en “¿Estados Unidos contra la globalización? La reindustrialización y relocalización del trabajo deslocalizado”, aunque Estados Unidos es el país más imperialista del mundo y provocó la globalización, en los hechos “no está hecho para competir y mucho menos en las circunstancias actuales de crisis económica”. Agrega: “Con la globalización neoliberal, Estados Unidos perdió hegemonía. Fue hegemónico durante el periodo anterior basado en el proteccionismo y semi-proteccionismo económico durante la fase de fortalecimiento como Estado nacional en las circunstancias en las que impulso el llamado “Estado benefactor”.
Volvamos a Robert, o RL. Definida China como un rival a confrontar y vencer, sostuvo que para conseguir tal objetivo Estados Unidos debe fortalecer su base industrial e impedir el aprovisionamiento de bienes estratégicos por parte de China (léase baterías de iones de litio, minerales críticos, acero, aluminio, etc.)
Dijo Robert: “El control chino de estas industrias alimenta la creciente modernización del ejército chino que ahora es líder mundial en muchas capacidades militares cruciales. Necesitamos una política clara de desacoplamiento estratégico… Para mí el desacoplamiento estratégico significa aranceles a la producción china”. En toda su exposición, RL resalta que la estrategia de discusión militar debe ser convergente con una política industrial. Cita a Alexander Hamilton, quien dijo: ”La independencia y la seguridad de un país parecen estar materialmente relacionadas con la prosperidad de sus manufacturas”. Hamilton en su famoso informe sobre el tema de las manufacturas había advertido que las potencias extranjeras impedían el desarrollo autónomo de EEUU poniendo en riesgo su propia integridad y soberanía. Para ello, en la actualidad, vía protección arancelaria y restricción a la exportación de los bienes estratégicos Estados Unidos batalla contra China y se propone alinear a sus eventuales aliados (sean de Europa y/o América Latina).
Estados Unidos, según RL, debe desarrollar una agenda que lo sitúe como hegemónico en el plano industrial, fortaleciendo al capital estadounidense y sus trabajadores.
Resulta interesante resaltar que desde una perspectiva ideológica opuesta Nancy Fraser, intelectual marxista y feminista norteamericana, en oportunidad de la anterior victoria presidencial de Trump explicó en su trabajo “El final del neoliberalismo progresista” del 12 de enero de 2017, el efecto de la agenda de Bill Clinton. Sostuvo Fraser que con debilitamiento de lo sindical, declive de los salarios reales y auge de la precariedad laboral quedó abierto el camino para que Trump, con un discurso pro industria y proteccionista, se transformara en la expresión del descontento norteamericano. RL plantea que Trump recupera los viejos valores industrialistas de los republicanos. Así lo expresa en su reciente libro de 2023 “Ningún comercio es gratuito. Cambiar el rumbo, enfrentarse a China y ayudar a los trabajadores norteamericanos”. Ahi hace un extenso recorrido de sus ideas y su aplicación desde 2016 con Trump. Sin embargo, no se olvida de la base histórica. Refiriéndose al libre comercio es contundente: “En términos más generales la evidencia y la experiencia nos han demostrado que el libre comercio es un unicornio, un producto de la imaginación anglo-americana que nadie practica… Todas las grandes economías se construyeron detrás de un muro con dinero del gobierno. La Revolución industrial británica fue ayudada por un muro de aranceles. De la misma manera la explosión de la industria estadounidense a fines del siglo XIX fue producto del proteccionismo y a menudo de los subsidios…”
Michael Hudson, economista e historiador marxista, en “America Protectionist Takeoff 1815-1914. The Neglected American School of Political Economics” dice: “La doctrina proteccionista dio forma a la industria y la agricultura de Estados Unidos”. Similares conclusiones, también desde otra óptica, saca Paul Adams en “Historia de los Estados Unidos de América”.
En conclusión, aun con perspectivas ideológicas diferentes hay un acuerdo general sobre la clave del proteccionismo, los aranceles y el rol del Estado, en la instrumentación política industrial. Es evidente que de concretarse las promesas de Trump de imponer un arancel universal básico del diez al veinte por ciento para todas las importaciones y un arancel del sesenta para las provenientes de China, se intensificará “la guerra comercial” a nivel global. Es por ello que resulta imprescindible conocer la intención y el pensamiento de quienes, por el lado de Estados Unidos, llevarán las políticas comerciales adelante.
La historia del libre comercio pleno es un mito que no pasa un mínimo chequeo histórico. Sin embargo, el presidente Milei insiste con su apertura al mundo, sin políticas preventivas, ni mucho menos una política industrial. Personajes como RL, por eso, se refriegan las manos. Se congratulan de no tener que “convencer” a presidentes que se subordinan con obscenas gestualidades. En concordancia, en su disputa con China, Estados Unidos exigirá un alineamiento incondicional de quienes quieran ser sus aliados, a partir de acuerdos bilaterales de comercio. Exactamente lo que pretende Milei: un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Este hipotético acuerdo pondría en crisis el Mercosur y con ello la relación con Brasil, nuestro principal socio comercial. La normativa del Mercosur determina que los países miembros no pueden establecer acuerdos individuales con otras naciones, si estos ponen en cuestión las tasas de importación y exportación del bloque regional. Realizar este alineamiento irresponsable es una tarea que excede posicionamientos partidarios. En cambio, la Argentina debe recuperar una posición de “neutralidad inteligente” en la guerra comercial global. Sin censuras ideológicas ni posiciones antojadizas, construir una agenda de comercio autónoma.
El lunfardo tanguero define “papita pal loro” como un asunto fácil que resulta beneficioso para el que lo realiza. Una oportunidad inesperada para hacer un buen negocio. En este caso, claro, el negocio no sería precisamente para la Argentina.