Por Alejandra Doretti
¿Por qué en tiempos de las nuevas tecnologías y su ilimitado acceso a la información estas creencias en particular no han desaparecido?
Cada fin de año asistimos al clima de expectativa y excitación que genera entre los más chicos el periodo entre la llegada de Papá Noel y la visita de los Reyes Magos unos días después en enero. Pero, ¿por qué en tiempos de las nuevas tecnologías y su ilimitado acceso a la información estas creencias en particular no han desaparecido?
La existencia de figuras bondadosas que traen regalos está presente en muy diferentes culturas desde tiempos inmemoriales. En Italia por ejemplo la Befana, es una anciana venerada por los niños que viaja en una escoba y también trae regalos (o carbón si no los merecen) en la misma época, la de la Epifanía, donde se conjugan tradiciones cristianas (la llegada de Jesús) y paganas heredadas de los romanos (mujeres que volaban sobre los campos para propiciar futuras buenas cosechas)
Es crucial que los porteños redescubran estos rincones y se permitan mirar la ciudad con ojos curiosos, como lo hacen los visitantes que se maravillan ante cada detalle.
En realidad se trata de mitos ya incorporados a la vida infantil. Los niños nacen en una cultura que es vehiculizada por los padres y también por el resto de la sociedad. Cada familia sostiene de distintas formas estas creencias y el relato que hagan de ellas es el que tiene mayor peso en la mente de los niños, más allá de otras fuentes de información. Los niños “eligen” creer en Papa Noel y en los Reyes Magos y ponen a jugar toda su imaginación y fantasía en la respuesta de las preguntas obvias ( Como vuelan los renos? Sabrá cuales regalos eran los míos? ) es decir, ejercitan la creatividad, tarea fundamental de la infancia y de mucha implicancia para la vida adulta.
También se implican emocionalmente en el juego de los rituales: escribir las cartas, dejar los zapatos y comida y agua para los camellos. Desde la sociedad se sostiene cierta simbología en representarlos siempre de determinada forma y en determinados escenarios.
Los detractores de estas tradiciones sostienen que solo se fomenta el consumo y se favorece el mentir a los niños. En realidad es indudable el uso comercial que se ha hecho de estas cuestiones pero es nuevamente cada familia la que le dará un significado particular a la celebración y priorizará determinados aspectos del ritual, no necesariamente el consumo.
Con respecto a la verdad es esperable que a medida que los chicos crezcan el pensamiento mágico vaya dejando lugar al criterio de realidad y cuando perciban que son los padres quienes cumplen estos roles no se deberá desestimar su capacidad de observación y comprensión insistiendo en sostener la ilusión.
Algunos chicos a pesar de que ya “saben” quieren seguir sosteniendo la magia y por un tiempo juegan a saber y no saber. Más adelante esta “desilusión” puede transformarse en ser poseedores de un saber que los diferencia de los más chiquitos. Son los mismos pares quienes finalmente descalifican al que a cierta edad sigue sosteniendo esta fantasía.
Mitos, leyendas y creencias indudablemente hacen a la esencia de cada cultura e impactan en cada uno de sus integrantes desde la infancia.
Médica Psiquiatra y Psicoanalista. Miembro de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina).