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El estricto código de vestimenta talibán: qué pueden usar y qué no las mujeres y los hombres afganos

Hombres y mujeres deben ajustarse a las reglas de los extremistas islámicos para evitar castigos como azotes públicos.

El precio del burka en Kabul se duplicó por el aumento de la demanda. Es que a medida que los talibanes van tomando control de la ciudad, se colman los negocios que venden esta prenda femenina de cuerpo entero. Las mujeres afganas están asustadas: saben que el código de vestimenta impuesto por los talibanes en el pasado podría estar a punto de volver, y están desesperadas por sobrevivir.

En Kabul ya no se ve a hombres jóvenes vestidos con la ropa occidental que acostumbran llevar. Y las mujeres casi ni se muestran. El miedo se siente en cada rincón, y los últimos 20 años de liberación parecen no haber existido.

Antes del fin del denominado Emirato Islámico en 2001, las mujeres afganas vivían una vida completamente infernal. No podían trabajar ni estudiar; no podían participar de la vida pública ni subirse a un colectivo donde hubiese hombres. No podían reír, ni andar en bicicleta. No podían ni salir al balcón de su casa por si quedaban expuestas a los ojos de un hombre que no formaba parte de la familia. Y entre tantos castigos y prohibiciones, una de las imposiciones principales era el uso del burka para que cada centímetro de sus cuerpos permaneciera oculto. Debían ser invisibles.

“Nuestros ulemas (eruditos) decidirán si (las mujeres) deben llevar hiyab, burka, o sólo (un) velo y abaya. Eso depende de ellos”, había dicho la semana pasada a la agencia Reuters Waheedullah Hashimi, un alto dirigente talibán que tiene acceso a la toma de decisiones del grupo.

Los hombres afganos también deberán adaptarse a la vestimenta exigida por los talibanes. Unos jóvenes fueron azotados esta semana por combatientes talibanes por el “delito” de llevar jeans.

En una publicación compartida en Facebook, un joven afgano dijo que estaban “caminando con amigos en Kabul” cuando se encontraron con un grupo de soldados talibanes que los acusaron de faltar el respeto al Islam. Dos de los amigos lograron escapar, pero los demás fueron golpeados, azotados en el cuello y amenazados a punta de pistola.

El periódico afgano Etilaatroz informó durante el fin de semana que uno de sus periodistas también había sido golpeado por no llevar “ropa afgana”, como shalwar kameez, un conjunto tradicional de pantalón holgado y túnica.

Estos incidentes, lamentablemente, no sorprenden a la población afgana, que ya percibía que poco cambiaría con respecto al régimen talibán de finales de la década de 1990, cuando era muy común que los extremistas agredieran o incluso asesinaran a las personas no vestidas con ropa religiosa aprobada por los talibanes.

Estos últimos días, los jóvenes afganos cambiaron sus jeans y remeras por el traje tradicional de shalwar kameez. Aunque las reglas no son para nada tan restrictivas como para las mujeres, un funcionario talibán le reveló al diario Etilaatroz que el movimiento aún estaba decidiendo el código de vestimenta para los hombres.

Cómo se debe vestir una mujer bajo el régimen talibán

Un portavoz talibán aseguró que se espera que las mujeres usen el hiyab pero no el burka. Sin embargo, la última vez que estuvieron en el poder en Afganistán, los talibanes impusieron severas restricciones a los derechos de la mujer, incluida la obligatoriedad del burka. La sociedad teme que los talibanes se estén mostrando “abiertos” ante los ojos de la comunidad internacional, pero que vuelvan pronto a sus viejos hábitos.

Antes de lograr salir de Kabul, la corresponsal de la CNN Clarissa Ward había entrevistado al comandante talibán Assad Massoud Khistani, e hizo hincapié especialmente sobre el atuendo que se espera que usen las mujeres: “Pueden continuar su educación, pero con el hijab islámico”. Sin embargo, cuando la periodista lo presionó en este punto, el comandante admitió que las mujeres también tendrían que cubrirse la cara porque esto ”está en el Islam”.

Entre 1996 y 2001, bajo la sharia, las mujeres debían seguir una serie de reglas estrictas a la hora de vestirse, y romperlas las ponía en riesgo de sufrir castigos terribles como azotes, golpizas, lapidaciones, abuso verbal y hasta mutilaciones.

“Un negador del velo es un infiel y una mujer sin velo es lasciva”, rezaba un informe provisional de 1994 sobre la situación de los derechos humanos en Afganistán elaborado por Felix Ermacora, relator especial de la Comisión de Derechos Humanos.

RAWA, la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán establecida en Kabul en 1977 que lucha por los derechos humanos y la justicia social, compiló un listado de prohibiciones y mandatos para las mujeres en el que destaca especialmente el tema de la vestimenta.

Las mujeres debían llevar un burka que las cubriese de la cabeza a los pies (ni los tobillos podían permanecer descubiertos). Se prohibía el uso de cosméticos (a muchas mujeres con las uñas pintadas se les han cortado los dedos) o perfume (si una mujer perfumada pasaba junto a una multitud de hombres, se la consideraba una adúltera).

Tampoco podían usar zapatos de tacón u otras prendas que produjeran sonido al caminar, ya que las mujeres no debían dejarse escuchar por los hombres. Estaba prohibido el uso de pantalones anchos, incluso debajo de un burka.

La ropa de mujer no debía ser fina ni estar decorada o ser colorida; no debía ser estrecha ni apretada. Finalmente, no podía parecerse ni a la ropa de hombre ni a la de mujeres no musulmanas.

“El Emirato Islámico no quiere que las mujeres sean víctimas”, fueron las palabras de Enamullah Samangani, miembro de la comisión cultural de los talibanes.

Pero las imágenes femeninas van desapareciendo de a poco de las calles de Kabul. Las mujeres, cuando no están protestando por sus derechos, se esconden entre cuatro paredes. Los carteles y las fotos de mujeres que decoraban las vitrinas de negocios de indumentaria y belleza son borrados o vandalizados por hombres que intentan cubrirlos: los talibanes prohíben también fotografiar mujeres o colgarlas en las paredes de casas y tiendas. La mujer no debe verse.

La historia parece repetirse. Infobae

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