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Internacionales

Las elecciones en EE.UU. condicionan una potencial escalada en Oriente Próximo

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) prosiguen bombardeando objetivos en la franja de Gaza , Líbano y Siria. En la Franja, la lista de objetivos está encabezada por grupos residuales de Hamás, camuflados en los campos de refugiados de Jabalia, en el norte, y de Maghazi y Deir el-Balah (zona de Az Zawayda) en el centro, campos monitorizados por la Oficina de la Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. Compleja situación que estaría en el origen del reciente veto del parlamento israelí a la Unrwa, agencia de la ONU para los refugiados palestinos. En el Líbano, los objetivos preferentes de la aviación israelí son las instalaciones logísticas de Hizbolá en la periferia sur de Beirut. Y, en Siria, los polvorines e instalaciones logísticas de Hizbolá en la zona de Al-Quseyr, a solo 10 km de la frontera libanesa. Asimismo, se está incrementando la tensión en Cisjordania con frecuentes incursiones de las FDI. En tal atmósfera bélica, Netanyahu refrendó, el pasado jueves, la actitud ofensiva de aquéllas con una finalidad inequívoca: «impedir que Irán obtenga armas nucleares», que calificó como objetivo supremo. Eso advierte no solo de su intención de mantener el actual nivel de hostilidades, sino también de su vocación de escalar hasta llegar, en caso necesario, a una guerra abierta con Irán. Detener o no esa potencial deriva va a poner a prueba la capacidad del nuevo/a inquilino/a de la Casa Blanca para evitar lo que sería una guerra de ámbito regional o, incluso, planetaria. Tal atmósfera la resumía, el pasado jueves, el secretario de estado norteamericano, Antony Blinken , quien, con cierto voluntarismo electorero, comentaba los «buenos avances» de una propuesta para lograr un acuerdo de alto el fuego en el Líbano. Concierto que poco tendría de novedoso ya que consistiría en una «implementación efectiva» de la Resolución 1701 (2006), del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, por la que se puso fin a la guerra de 2006. Resolución que nunca se ha cumplido plenamente en los 18 años transcurridos desde entonces.La hoja de ruta propuesta ahora contempla acallar las armas, tanto por parte de Hizbolá como de las FDI, durante un periodo de transición de dos meses. Y, asimismo, durante esos 60 días, Hizbolá retrasaría sus armas pesadas al norte del río Litani, para alejarlas de la frontera Líbano-israelí, mientras que, además de la misión Finul ya existente, se desplegarían en ese espacio 8.000 efectivos de tropas regulares libanesas. El cuadro se completaría con el repliegue simultáneo de las FDI al interior de las fronteras israelíes. Un panorama bastante naif por repetitivo, probablemente diseñado para inducir a pensar a los electores norteamericanos que una nueva Administración demócrata podría acabar con la guerra rápidamente. La cuestión es que si esas medidas son copia de las incluidas en la Resolución 1701 (2006), que nunca se cumplieron plenamente ¿por qué ahora habría de ser distinto? Seguramente, Israel no aceptará ese plan sin previa garantía de Irán de no volver a las andadas. E, inversamente, Irán difícilmente aceptará el desarme de Hizbolá en el sur del Líbano cuando la razón de ser de Hizbolá es, precisamente, echar el aliento iraní en el cogote de Israel.Noticia Relacionada estandar Si El alto el fuego se aleja de Líbano y Gaza tras una nueva jornada de duros bombardeos Mikel Ayestaran Una de las propuestas que se discute, según los medios israelíes, consistiría en liberar a las mujeres rehenes junto con los hombres cautivos mayores de 50 años a cambio de un número determinado de prisioneros palestinosEl resultado de los comicios de hoy en EE. UU. es todavía incierto. Parece claro que la disputa va a ser muy reñida. En todo caso, tal resultado tendrá incidencia directa en el futuro del conflicto de Oriente Próximo. Harris, en línea con Biden, presumiblemente abogaría por la contención y la reconciliación de intereses, lo que explicaría el bajo perfil del conflicto de Oriente Próximo en su campaña. Trump, que se jacta de ser el presidente norteamericano más proisraelí de la Historia, será más activo en su respaldo a Israel. Por ejemplo, ya durante su presidencia, la embajada norteamericana en Israel se trasladó de Tel Aviv a Jerusalén. O se reconoció como territorio israelí los Altos del Golán sirios, de indudable valor estratégico y desde donde se controlan las fuentes del Jordán. Y, como gran hito, se impulsaron los Acuerdos de Abraham, para la normalización de relaciones diplomáticas de Israel con diversos países árabes y norteafricanos. Normalización desmochada por la carnicería terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023.

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