Donald Trump ha sabido hablar a la América olvidada, la que no vive en las dos costas ni en las grandes ciudades. Con una gran astucia política, ha dado con las preguntas que más importan, la situación económica y la inmigración. Su manera de contestarlas desde la Casa Blanca a partir de enero es muy posible que empeore las cosas. Con el regreso del magnate neoyorquino se consagra una impugnación del papel del Estado, más allá de la revolución conservadora de Ronald Reagan. Los conflictos de intereses, los suyos y los que pueden tener sus amigos billonarios miembros del gobierno, no parecen relevantes y tampoco los posibles auto-indultos. El partido republicano ha mutado y se ha convertido en un culto, dirigido por un líder incontestable, que coloca a sus familiares en puestos clave. Pero sus votantes prefieren alguien así al frente del país antes de sufrir la arrogancia de las elites universitarias y urbanitas. «Trump es un horror, pero es nuestro horror» me comenta estos días en Nueva York un excongresista republicano.Los demócratas han perdido porque Joe Biden dio un paso atrás demasiado tarde y el partido no supo frenar el ascenso de una candidata meritoria sin más. Pero hay algo más preocupante: una mentalidad condescendiente, guiada por el desprecio a los que no piensan igual, bien resumida en la frase «ellos deberían ser más como nosotros». El bando demócrata cree que tiene las únicas respuestas y prioriza asuntos que no movilizan tanto, desde el aborto a la sanidad pública. Ha quedado demostrado que su política de identidades, que le lleva a ensalzar y fosilizar al mismo tiempo a las minorías, produce mucho rechazo entre ciudadanos de a pie, empezando por hispanos y afro-americanos, más preocupados por su progreso económico. Barack Obama se equivocó al enfadarse con los votantes afroamericanos y advertirles que solo podían elegir a Harris. El furor del mundo «woke» también ha sido contraproducente, bien ejemplificado por la ley propuesta en Massachusetts este verano sobre asuntos de familia, en la que el término madre es sustituido por el de «persona que da a luz».