Por Daniel Caran
“Estamos a un año de las elecciones provinciales, estamos a un año de volver a consagrar a un hombre del radicalismo como nuevo gobernador de la provincia de Corrientes”, dijo Ricardo Colombi el viernes ante una eufórica y exultante tribuna partidaria.
La mezcla de entusiasmo puede chocar inevitablemente contra el coto que le puso la oposición a una posibilidad de re-re a través de la reforma. Y es verdad, eso sucede.
Pero, hay otros que empiezan a elaborar el duelo y ya observan con expectativas las posibilidades de sus “nuevos y promisorios” probables líderes.
Entrar a dar nombres es más de lo mismo. Pero uno de ellos –puesto en ruedo- causa hasta un raro cosquilleo en el estómago: el de Arturo Colombi.
¿Hay lugar para el nombre del primo del actual Gobernador luego de su nefasto paso por Mayo y Salta?
¿Hasta dónde puede evaluarse la alternativa como veraz, y hasta donde como una maniobra de distracción?
En el pasado, la estrategia de Ricardo fue admisiblemente atendible: pasarle el mando a un familiar, aprovechar con el envión ganador del apellido.
Claro que, pasada la historia, los resultados no han sido los esperados para el mercedeño.
¿Qué cambia hoy de aquel lejano 2009?.
Lo más contundente de todo –hablando de cambios de contexto- tiene que ver con el estado emocional de Ricardo Colombi. Un tiempo atrás –con la reforma vivita y coleando- no podía evaluar nombres alternativos, y el de su primo bien podría causarle escozor.
Hoy la historia es otra. Sigue enojado, quiere asegurarse el triunfo y con alguien de su confianza, y es capaz de hacer cualquier cosa.
Como auténtico animal político, Colombi está al acecho, esperando el momento justo. Y no descarta nada… hasta desempolvar deplorables candidaturas.
