Por Daniel Caran
Cientos de análisis se habrán hecho hoy al recordarse el Día del Periodista. Y a la vez de agradecer las innumerables manifestaciones de afecto, quien esto suscribe tiene la obligación moral de expresar –en éste humilde espacio- algunas cuestiones relacionadas con la fecha, sobre todo por la herencia laboral que estamos dejando a quienes vienen detrás de nosotros.
¿Silencio cómplice o hacer lío?
Desde que Francisco pronunció la frase el “hacer lío” se convierte en casi un obligado legado que no podemos ni debemos obviar. Como cristianos, como personas de bien, y también como profesionales.
En tiempos de acuerdos espurios y de escasez de valores, renovar principios constituye la base más sólida que podemos construir como sociedad.
El silencio, mal que le pese a muchos, es sinónimo cruel y doloroso de los “pedidos especiales” que proliferan (y mucho) que el poder de turno suele hacer a los trabajadores de la prensa.
Será entonces el tiempo de direccionar el mensaje, de sostener las enseñanzas que nos legaron quienes estuvieron antes que nosotros, en tiempos de máquinas de escribir, unos pocos micrófonos, y cero internet.
Hoy todo parece más fácil, pero no es así. Podrá haber más medios, se facilitarán las herramientas, pero eso conlleva un desafío diario que impone elegir el camino de “hacer lío”.
Lamentablemente no son pocos los que incitan al fácil camino del callar… aceptando lo que impone el poder, o señalando con el dedo al que piensa distinto como si fuera un enemigo. Todo se mezcla y es complicado insistir para que se evite el facilismo del ‘no te metás’.
Mientras tanto, quienes sabemos los riesgos del silencio, insistimos con hacer lío… con molestar. Es como dice un colega: si hacemos enojar a alguien… estamos en el camino correcto.