Por Daniel Caran
Como si fuera una imagen repetida de la historia, todo vuelve a darse cada año al acercarse la fecha.
Los carnavales correntinos, más allá de su reconocida calidad y magia única, tienen una característica negativa: la mediocridad de quienes tienen la responsabilidad de organizarlos.
El pasado ya mostró el destino de las cosas: la fiesta tocó fondo después de despilfarros e irresponsabilidades.
Pasó el tiempo, y con el esfuerzo de los comparseros (más que nadie) la fiesta recuperó el brillo.
Pero la maldición volvió a repetirse, como rueda nefasta. Hoy todo es una nebulosa sin principio ni fin, con el consabido condimento político, y las dudas instaladas que presagian una nueva muerte.
En el medio, el sostenimiento de una empresa fundida, defenestrada a nivel nacional, que incumplió uno a uno los compromisos asumidos.
Está claro que la mediocridad se instala a partir de la inoperancia. Es entonces cuando en plena ebullición de meses anteriores, cuando algunos pedían a gritos se saque del medio a Fénix, los propios dirigentes comparseros dieron su veredicto: “más vale malo conocido, que otro por conocer”, dijeron –palabras más, palabras menos- al sostener en la organización a los deplorables empresarios porteños y sus correlatos locales.
Con el horizonte oscuro y sin salidas cercanas, los cañones también apuntan a los funcionarios de turno, tanto municipales como provinciales.
Algunos, como el intendente Fabián Ríos, pide “no dramatizar ni entrar en especulaciones de índole político”.
Y otros, desde Salta y Mayo, establecen negociaciones “por el costado” para quedarse con el desvencijado motín a un costo mucho menor que el que corresponde.
Así las cosas todo lleva al irremediable fracaso. Encima nos enojamos porque quieren quitarnos el mote de Capital Nacional… lo que más que una irreverencia, sería un acto de merecimiento ante tanta mediocridad.