Por Daniel Caran
Berrinches, caprichos, enojos de inexplicable razón si se tiene en cuenta el nivel de institucionalidad de ambos contendientes.
La Provincia y el municipio entraron en una pelea absurda que, en virtud de los últimos hechos, ya llega a límites insospechables.
Y el pelear por el lugar de una plaza, para hacer una celebración, ya pasó todo nivel de evaluación seria.
Como es de público conocimiento, las administraciones de la Provincia y el municipio capitalino chocaron en una inusitada controversia por el uso de la Plaza del Mercosur, en el ingreso al barrio 17 de Agosto, en una actitud llamativamente incomprensible que hasta la roza la ridiculez.
Y para no ahondar en detalles que en nada contribuirán a terminar con ésta pelea de criaturas, solo podemos aclarar dos cosas: la Municipalidad tiene toda la razón al aclarar que es ante su administración donde deben gestionarse cualquier permiso (trámite que obvió o dejó pasar la Provincia); pero en su crítica se le puede decir que podía haber muchas otras salidas antes de establecer un escándalo mayúsculo.
Lo otro: los funcionarios provinciales deben entender (no parece haber aprendido durante tantos años en el poder) que no todo se soluciona a lo ‘capataz de estancia’, y con modales de neto corte militar, imponiendo las cosas porque ‘el jefe quiere y ordena’. El trámite de autorización de uso de suelo es sencillo y nunca se supo que se le negó a la Provincia en capital.
Así las cosas, con actitudes entre que caprichosas e infantiles, se da un enorme paso atrás en la imperiosa necesidad de consolidar las relaciones institucionales.
La pelea llegó a un nivel de alerta, y expone dos administraciones (al menos en algunos funcionarios) endebles en cuanto a nivel de diálogo, de comunicación, de entendimiento.
Comportémonos como corresponde, no es mucho pedir.