Por Daniel Caran
¿Quién es el responsable absoluto?. No lo sé… ni lo sabe nadie.
Podemos caer en el facilismo de endilgarle a Fénix la desidia absoluta por minimizar una fiesta que era la mejor del país.
Facilismo, digo, porque la empresa es solo un eslabón de la desfachatada estructura que organiza los carnavales en Corrientes, y que el fin de semana tuvo otro punto extremo de fracaso absoluto.
La falta absoluta de responsabilidad al dar infinidad de vueltas para decidir o no la suspensión de los desfiles tuvo una dosis de exagerada ineficacia que ni siquiera puede o vale comentarse.
Unos y otros (hasta ahora solo quedan fuera de toda responsabilidad los comparseros) “se pasan la pelota” sin siquiera asumir una pequeña autocrítica, habida cuenta de los repetidos fracasos.
Todo nos lleva a reflexionar: ¿seremos los correntinos una aceitada maquinaria para provocar fracasos?.
Párrafo aparte merece el tan mentado Corsódromo. Primero: uno no sabe siquiera si merece tamaña denominación, ya que puede sintetizarse en una pista medianamente arreglada donde falta la infraestructura mínima y necesaria.
¿Por qué caemos en el repetido fracaso?
¿Será porque en ésta pretendida fiesta el Gobierno no desembolsa sus fajos de billetes como si lo hace en otros eventos que tienen brillo propio y éxito asegurado?.
¿Pero y no era que “por primera vez en la historia” se les daba respuesta a las comparsas y sus integrantes?
El fin de semana el denominado ‘corsódromo’ se convirtió en un chiquero, ya que la escasa lluvia caída no desaguo dejando en evidencia la absoluta falta de –ya se dijo- infraestructura básica.
Pasará otro año y las discusiones repetirán argumentaciones. Todo lleva a la misma evaluación: así, no tenemos la mínima posibilidad de ganarnos el mote de Capital del Carnaval…
De mal en peor, como casi siempre.