Por Daniel Caran
Más allá de las indudables internas que se viven puertas adentro, y que intentan ser tapadas por todos los medios para evitar grietas preelectorales, la alianza oficialista puso manos a la obra y mandó un golpe madrugador a las intencionalidades de cara al proceso político que se viene.
Colombi, se repite hasta el hartazgo, es un ‘animal político’ insaciable. Busca –y generalmente encuentra- las herramientas suficientes para atravesar tormentas y ubicarse siempre en el centro de atención.
Y si encima los ocasionales oponentes se debaten en internismos estériles, todo sirve para ganar tiempo.
Instalado desde hace tiempo el tema ‘reforma’ como referencial, el desafío pasó por eliminar los celos de quienes deberán esperar turno, habida cuenta de la casi obvia candidatura del mercedeño.
Entonces, nada más concreto y efectivo que ratificar alianzas, dejando de lado eventuales peleas o discusiones efímeras. De eso se trató la firma del Acta de Ratificación de Eco.
O si se mira desde el ojo crítico de un modo discutible de hacer política: se busca poner en fila a la tropa, sin que nadie pretenda o tenga el tupé de desafiar el lugar que ya se sabe.
Para más, mandó mensajes concretos, que solo ratifican una definición que emparenta claramente al poder, con la caja del estado para solventarlo: “gestión es política… y política es gestión. No vale una cosa sin la otra”, dejando bien en claro que el modelo colombista responde y gestiona a partir de su posición de poder de turno. No importa tener un modelo a futuro, o una impronta de proyectos sustentables.
En definitiva, Eco dio el primer golpe.
Otros, andan sin objetivos claros.