Por Daniel Caran
Puede parecer, en términos futboleros, que éste tema de la reforma sea como esos partidos desordenados, donde todos patean para arriba sin siquiera intentar una jugada.
¿Será?
Tal vez el tema, tocado sin los formalismos que se necesitan para tratar algo tan delicado en lo institucional, amerite otro análisis. Pero claro está que en ninguno de los dos lados de la cancha los jugadores son improvisados.
Y cuando se escucha que “ahora la pelota la tiene el PJ”, vale analizar la real aceptación de éste razonamiento, que para quien esto escribe tiene la misma dimensión de cuando se decía “el PJ le pasó la pelota al Gobierno”.
Habrá que entender entonces que esto no es un peloteo desorganizado.
Ni Colombi se sorprendió cuando el PJ definió posicionamientos en su Congreso, ni los peronistas son tan ilusos en pensar que el Gobernador efectivamente había dado por perdido su plan de re-re.
Este planteo nos lleva a considerar que más que un partido de fútbol este es un intrincado encuentro de ajedrez con dos maestros pensadores. El tiempo dirá, pero nadie es tonto ni perezoso.
A la ‘sorpresiva’ definición de Colombi en el día de su cumpleaños, el PJ respondió rápidamente ratificando que “el Congreso se reunirá en noviembre tal lo previsto… no veo porqué la urgencia para cambiarlo”, dijo Fabián Ríos.
Si bien los designios plantearán intereses personales de cada protagonista, al menos parece inverosímil que el proyecto atraviese el aval legislativo con pleno consenso, entonces la discusión da para largo, más allá de los optimistas (aunque cautos) pronósticos de algunos voceros del ricardismo que hasta adelantaron que en diciembre o marzo serían las elecciones a convencionales.
Además, las cosas hay que decirlas como son. Y a la sorpresa que no fue sorpresa no todas las cosas son como dice Colombi, que pasó de estar enojado a darse un regalito personal.
El mercedeño va a por todo, y sabe que la idea central será avalar un nuevo mandato desde 2019 para ‘quedarse a vivir’ donde hoy está cómodamente instalado. Solo un torpe (que en política casi no existe) no podría darse cuenta que un apoyo fuerte en las urnas le daría el aval para impulsar una reforma ‘a medida’.
El juego empezó. Y nadie va a dar pelotazos sin sentido