Por Daniel Caran
Hace algún tiempo (no mucho) unos y otros se sumían a sus bondades. Obras, fondos, promesas…
Lo de siempre, como para construir un esquema de poder consolidado con los años a partir de ‘la seducción de la billetera’.
Pero algunos pasos políticos determinaron que en distintos tiempos el idilio quede en la nada, y del amor al odio en casi todas las cosas funciona de la misma manera.
Ricardo Colombi sedujo tiempo atrás a Camau, y después (más acá en el tiempo) a Fabián Ríos.
Ambos ahora, con distintos objetivos, viven el tiempo del odio, de los recortes, del ninguneo. La nada.
Y entonces, la guerra con el mismo enemigo unió nuevamente al peronismo correntino, que en el escenario de derrota electoral a nivel nacional, obligadamente debe alinearse internamente para despejar el camino que implique una posibilidad futura de poder.
Por ahora, es sobrevivir. Aún con el peligro de convivir con supuestos ‘amigos’ que esconden otras intenciones.
En ese esquema, tanto Camau como Ríos son conscientes de las pretensiones del otro, pero la delicada situación en algunas cuestiones puntuales (como el tema de las retenciones) implica la obligada razón de unir esfuerzos, de aguantarse algunas cosas.
Ricardo Colombi apela a lo mismo de siempre: los tiene controlado mientras no se unan.
Claro que la historia ahora tiene otra realidad que no es menor: ya no podrá volver al lugar que viene ocupando desde hace tiempo. Y eso lo mortifica.
Mientras tanto, en el otro bando están unidos en la desgracia. No les queda otra.