Por Daniel Caran
Muchas paradojas entregó la pomposa presentación o relanzamiento de Cambiemos en Corrientes. En realidad todo se limitó a insistir en el mensaje: hay que cambiar.
Y entonces aparece la contradicción de que éste modelo quiere cambiar apostando por una estructura de poder instalada desde hace más de 15 años en la Provincia.
Cambiemos, es el nombre del proyecto… y la apuesta impone no cambiar.
Seguir con los mismos nombres, con la misma metodología, con las mismas herramientas del clientelismo político.
Cambiemos, para seguir mostrando con un nivel altísimo de publicidad el logro máximo de pagar al día los sueldos.
Cambiemos, para seguir pagando en negro una parte de ese mísero salario, y además mentir con la supuesta decisión de la gente que quiere seguir percibiendo ese dinero por fuera de lo formal.
Cambiemos, para seguir mintiendo con supuestos socios políticos que no se sumaron. Como ocurrió con el PL, que orgánicamente aún no avaló (ni avalará) esa sociedad.
O para sumar a la Unión Celeste y Blanco, cuyo principal referente después debió aclarar que nunca estuvo en el encuentro, ni él ni otro dirigente.
Cambiemos, para ningunear a los socios desde el inicio de las negociaciones, imponiendo nombres.
Cambiemos, para que en pleno acto del viernes pasado se corte la luz, detalle éste que se repite indefectiblemente desde hace años con calor, frío, lluvia, o viento.
Atada con alambre, la estructura macrista en Corrientes impulsa a supuestos revolucionarios de la política, pero quienes en realidad están cambiando de cargos y funciones desde 2001.
Eso es Cambiemos, que a nivel local vendría a ser como: sigamos con lo mismo.