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Crédito: 2735
Daniel Caran

Por Daniel Caran

En Corrientes, como en cualquier lugar del mundo, pasan muchas cosas diariamente, pero algunas conmueven más que otras.

 

Por estas horas, con el comienzo de la Fiesta del Chamamé y la incipiente llegada de los carnavales, la muerte vuelve a mostrarnos su peor cara y nosotros parecemos acostumbrados a tan horrenda vivencia.

 

El asesinato de Tamara, una joven del barrio San Marcos, no puede ni debe enmarcarse en una muerte más, que como todas, duele y mucho. Pero lo de esta chica debería de una vez por todas llamarnos a la reflexión: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar?.

 

Por éstas tierras donde hasta hace poco la tranquilidad era algo común y corriente, hoy los asesinatos y/o situaciones violentas se han convertido en cuestiones de interés pasajero… tapas de un día.

 

Ni quien esto escribe, ni ningún periodista por más especializado en el tema está en condiciones de desandar y explicar los grises contrastes de la violencia enquistada en sectores sociales vulnerables.

 

Aunque parezca delirante y hasta atemporal, ante éste caso no debería descartarse el submundo del narcotráfico, que muchos intentan desestimar en Corrientes, pero que –se sabe- está creciendo y tiene sus bemoles propios.

 

Tamara, como tantas otras víctimas de la vulnerabilidad social, habría tenido algunos contactos extraños con gente no habitual al populoso barrio en que vivía.

 

¿Dónde apuntar, que hacer, a quién responsabilizar?. Será tarea de quienes corresponda. Lo importante es no olvidarnos fácilmente de otra muerte inocente.

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