Por Daniel Caran
El hecho bien pudo haber terminado en una tragedia.
El ataque de un interno del Penal 1 al Director de la Unidad tiene ribetes hasta tragicómicos, ya que se enmarca en una situación que tiene transparentes fines de integración social, como lo es el Chamamé Solidario.
Pero, en virtud de los desórdenes constantes a los que nos tienen acostumbrados desde nuestro sistema penitenciario, uno se pregunta si al menos no se debió tomar otras medidas preventivas para evitar lo sucedido.
Es más, cuando uno se entera que el involucrado ya tuvo serios antecedentes dentro del penal, el interrogante se profundiza: ¿hubo desidia?, ¿se tomaron las medidas preventivas?, ¿puede un delincuente de ésta calaña estar en un lugar así?, ¿después de tantos hechos recientemente ocurridos con el mismo sujeto, no se tomaron medidas?.
Según versiones no confirmadas por la policía, el atacante sería un hombre de apellido Meza, quien ya tuvo trascendencia mediática al amenazar un par de veces arrojarse desde las alturas del edificio.
En esos casos anteriores, su descomedida actitud demandó la intervención de grupos especiales, de mediadores… todo un operativo que tuvo en velo a toda la sociedad, ya que aún siendo un peligroso delincuente, en principio está la voluntad y la obligación del estado de velar por su salud en cautiverio.
Sin embargo, el tal Meza estaba observando un show musical a metros de las autoridades. La descomedida confianza volvió a jugarle una mala pasada al deteriorado SPP, y por suerte hoy estamos hablando de solo un ataque, porque por poco todo se tornaba en muerte.
Funcionarios de DDHH dejaron entrever que en la jornada de hoy los custodios de Meza lo notaron nervioso, fuera de sí, enajenado. Así y todo no se tomaron las previsiones del caso.
Todo se da en un peligroso cóctel donde subyace la irresponsabilidad. Alguien deberá asumirla