Por Daniel Caran
Julieta Herrera es la nueva directora general de discurso del Gobierno Nacional.
En concreto, y sin falsos eufemismos, ésta mujer le escribe al Presidente lo que tiene que decir en cada alocución. En la práctica responde al jefe de Gabinete Marcos Peña y en los papeles a la mano derecha del ministro coordinador, el secretario General de Presidencia, Fernando de Andreis.
¿Está mal?. Puede que no, si se tiene en cuenta que Macri no es un orador brillante.
Está claro entonces que la mencionada Herrera es quien maneja la mayoría de las veces las cartas que Macri publica en los diarios del interior.
La historia reciente, de cuestiones puntuales relacionadas con figuras lamentables en discursos no acordes con la investidura que representa, deja en claro que o bien Macri no hace mucho caso, o no tiene en cuenta lo que le dicta su ‘redactora’.
De las “remeras y en pata” para criticar el despilfarro que –a su juicio- hace la gente con la energía, Macri pasó a un ejemplo para nada honorable en circunstancias de la cena por el 162 aniversario de la Bolsa, en donde realizó una particular cita para referirse a la situación del país.
"Como diría el Bambino Veira, la base está", expresó el Primer Mandatario, mencionando al particular personaje que –más allá de sus logros deportivos- es más conocido por su nefasto pasado al abusar –y ser condenado- a un menor.
¿El Presidente dando ejemplos de un violador?. Llama la atención. Es deplorable.
Macri les dijo a los representantes de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires que deben "ser parte de este momento" en el que el Gobierno "quiere ayudar", e increíblemente terminó citando a Héctor "El Bambino" Veira al asegurar que hoy por hoy "la base está" para que las empresas traigan inversiones al país.
Las frases desubicadas no solo perjudican la imagen del Primer Mandatario: en tiempos de convulsión social como los que atravesamos son caldo de cultivo para hacer crecer el malestar de la gente.
Habrá que calibrar la calidad del discurso… o cambiar de asesora. O, en síntesis, dejar de decir pavadas.
