Por Daniel Caran
Todo animal, cuando se siente acorralado, apela a cualquier cosa para salvarse, o al menos para mostrarse fuerte ante todo.
Y es peligroso. Aún más que lo habitual.
La naturaleza, sabia y determinante, manifiesta en todo ser vivo esa condición imprevista para rebatir cualquier imponderable. Y esto, de imprevistos, nos iguala a los humanos con cualquier ser más allá del raciocinio.
Es en ese espacio de tiempo donde todo ser amenazado entiende que debe mostrarse fuerte… poderoso. Es que si se presenta débil, pierde.
Así, acorralado en el tiempo que le queda en el poder, se manifiesta y vive Ricardo Colombi.
Por eso sus furias y determinaciones casi extremas, como la que directa o indirectamente involucra a Tato Romero Feris. Sabe que debe mostrarse poderoso, y lo hace sin miramientos.
Está claro que Romero Feris, más allá del poder perdido en el tiempo por errores propios y ajenos, sigue siendo “una piedra en el zapato”, y actúa en consecuencia.
Pero más allá del encono personal o de traiciones políticas que él considera trascendentales, está claro que sus reacciones son las propias del que se está despidiendo de un lugar del que no quiere irse.
Por eso, se insiste, ésta y otras reacciones.
Con menor impacto en lo personal actuó de manera similar contra Fabián Ríos, lo que implica contra la Municipalidad de Capital, o contra miles de trabajadores. Y será igual contra cualquiera que se le cruce en el medio en éstos tiempos de complejidad política.
¿Qué se viene?. Es imprevisible, como la reacción de cualquier bestia acorralada.
Y no por relacionar la dureza que implica el término con la investidura del señor gobernador.
Solo se grafica la situación: la imprevisible reacción de una bestia acorralada.
Vendrán entonces otras similares reacciones. A no sorprenderse