Por Daniel Caran
Su simpleza y mansedumbre no condicen con lo filoso de su lengua.
Pepe Mujica no es un viejito piola que habla fácil porque le falta inteligencia.
El exPresidente de la hermana Uruguay ya demostró sus virtudes humanas aún mucho antes de llegar al cargo, y eso hizo que su figura trascienda las ideologías.
Con esos argumentos se ganó la admiración del mundo, y su presencia en Corrientes causó una conmoción enorme en quienes entendemos a la política como el arte de hacer las cosas por el bienestar general.
Tal vez, esa mencionada característica de su motivada (y motivadora) lengua, haya originado miradas cruzadas entre quienes osaron traerlo. Para empezar, sus raíces políticas (del visitante y sus anfitriones) no condicen en nada. Pero en pos de la cultura, todo aporte vale. Y hasta se tapan incoherencias ideológicas.
“Nadie que llegue al Gobierno se tiene que considerar el rey definitivo de la historia”, tiró Mujica, y su frase caló hondo entre los muchos ‘reformistas’ y/o ‘ricardistas’ que colmaron los viejos salones de la Centenario.
Pensar en organizadores arrepentidos sería una necedad absoluta.
El ex mandatario uruguayo dejó una sugerencia para todos, sin siquiera vivir de cerca lo que nos toca como realidad política, por más que algunos se empecinen en pensar que somos el ombligo del mundo.
Pero, la frase pegó.
Muchos se miraron desconfiados, a sabiendas que ‘el jefe’ local no quiere saber nada de andar hablando mal de sus pretensiones concretas. Sea Mujica o quien sea.
Por ahí pasa entonces la idea de maquillar todo de la mejor manera para evitar el shock social en contra.
De escucharlo, lo escucharon. Ojalá tomen el mensaje.
“Nadie que llegue al Gobierno se tiene que considerar el rey definitivo de la historia. Logramos algunas conquistas, algunas mejoras y muchas otras no las logramos y detrás nuestro vienen otros. Y así sucesivamente”, lanzó el Pepe
Quien quiera oir… que oiga