Por Daniel Caran
Los silencios suelen tener bemoles particulares. Muchas veces sirven para otorgar lo que otros pretenden, solamente quedándose callado.
En las últimas semanas, la consabida intención de Ricardo Colombi de intentar la reforma que le permita continuar en el poder está acompañada por un sugestivo silencio de una parte del peronismo que parece aceptar la decisión sin hacer mayor ruido.
Un tiempo atrás, Colombi, descartaba de plano la reforma y hasta adelantó que iría de nuevo a su pago chico, para empezar la carrera de nuevo recuperando la comuna perdida; y hasta reveló números de sus potenciales reemplazantes.
Pero político de raza, y alertado por los que raudamente salieron a hacer ruido con sus precandidaturas, el mercedeño reflexionó y dio vuelta atrás: "no estoy muerto", adelantó.
Hasta tendría el respaldo económico de un grupo de amigos empresarios que están embelesados con el poder. O malacostumbrados.
Claro que la intencionalidad de Colombi choca, al menos hoy, con la realidad institucional insalvable… salvo que algunos terminen otorgando esa carta que aún está escondida, y que todos saben puede utilizar.
La pretendida reforma traerá entonces la discusión mayúscula entre los que entienden en la continuidad la única salida favorable. Y aquellos que muchas veces hablan y proponen el necesario cambio… pero no lo dan.
El peronismo, obviamente instalado en éste último grupo, tendrá que mostrarse sólido y coherente para sostener su propuesta, tenga el nombre propio que sea.
O sino ¿se callarán y otorgarán la venía a Colombi para que siga?.
A veces el temor, y otras tantas veces la comodidad suele justificar cierta apatía a profundizar los cambios. Pero: ¿a la militancia correntina se le dirá con absoluta sinceridad que deberá esperar otro turno, o al menos hasta que Colombi se canse de ocupar el sillón de la rosada?.
Ya las bases reclaman un posicionamiento claro. Son muchos los que pretenden una definición formal que impida lo que muchos están cocinando a fuego lento.
Por eso el llamativo y extraño silencio. Ese silencio suele esconder realidades. Y admitir la reformas será reconocer otra nueva frustración.
