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Opinión del Lector

El año nuevo de Bolsonaro

Eric Nepomuceno

Por Eric Nepomuceno

Brasil entra en 2021 con la expectativa, pese a todo el criminal retraso llevado a cabo por el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, de vacunarse para mitigar los daños causados por la peor pandemia jamás vivida en el país. Aunque el número oficial de muertos ronde los 197 mil, se estima que en realidad supera los 230 mil.

No hay ningún programa organizado a nivel nacional: gobernadores y alcaldes corren solos por vacunas, agujas y jeringas, pero hay razones concretas para tener esperanza.

Se dice que “en los próximos días” se divulgará el esquema nacional de vacunación, pero no hay anuncio oficial.

Mientras, algunas provincias se dicen listas para empezar a vacunar ahora mismo, en enero. Todo depende de la autorización de la agencia nacional de salud, controlada por militares.

La militarización del mismo ministerio de Salud refleja bien la complicidad de las fuerzas armadas con el gobierno de Bolsonaro, el aprendiz de genocida. Se prevé que, en última instancia, provincias y municipios recurran al Supremo Tribunal Federal para empezar a vacunar, en caso de que se mantenga la inercia de los órganos nacionales de salud.

Bolsonaro, a su vez, sigue negando la gravedad de la pandemia, esparciendo dudas sobre la vacuna, denunciando la inutilidad del uso de tapabocas, sigue provocando aglomeraciones.

La razón para todo eso: el presidente tiene motivos para preocuparse, y mucho, con lo que podrá ocurrir en 2021. Muchos motivos, para muchas preocupaciones ya a partir de ahora.

La suspensión del “subsidio de emergencia” alcanza a unos 40 millones de brasileños. En diciembre, otros casi 15 millones volvieron a la pobreza. Los desempleados son poco más de 14 millones. Frente a semejante cuatro, la posibilidad de explosiones sociales es alta, y Bolsonaro lo sabe.

En febrero se eligen las presidencias de la Cámara de Diputados y del Senado. Tener a un aliado en esos puestos, principalmente en la Cámara, es de importancia crucial para Bolsonaro: del presidente de Diputados depende abrir (o no) uno de los casi 60 pedidos de destitución del mandatario, casi todos ampliamente amparados en crímenes previstos por la Constitución.

También las investigaciones llevadas adelante por la policía y el Poder Judicial contra dos de sus hijos, el senador Flavio y el concejal por Río Carlos, por corrupción y desvío de recursos públicos, son foco de preocupación del presidente.

Hay denuncias de manipulación de agentes de información del Estado para proteger a la pandilla familiar, lo que seguramente provocará nuevos pedidos de destitución en la Cámara.

A todo eso se suma un cuadro preocupante en la economía, algo que Bolsonaro parece ignorar en sus declaraciones laudatorias, pero que es sentido concretamente no solo por el mercado, pero también por el sector productivo. Si ya antes de la pandemia había fuertes indicios de un retroceso palpable en la economía, ahora el cuadro se agravó bastante.

La imagen del país en el escenario global se deterioró de manera drástica, lo que significó, entre otras cosas, la salida, en 2020, de poco más de 15 mil millones de dólares de capital extranjero.

Hay mucho más para enturbiar un año nuevo de doble rostro: el luminoso, con la expectativa de la vacuna, y el sombrío, del desastre general a raíz de un gobierno que no tiene proyecto ni programa, que hunde a cada día el país en tinieblas.

La destrucción del medio ambiente no será detenida, ni el destrozo de las ciencias, la educación, las artes y la cultura. No hay ninguna razón para tener una única expectativa positiva en la economía o de regreso de programas sociales abandonados.

Pero Bolsonaro tiene sus prioridades: incentivar a sus seguidores más radicales a seguir respaldando sus iniciativas, armar a la población, asegurar el apoyo de los militares y policías de rangos inferiores, librar a sus hijos de la justicia, destrozar a los mismos medios oligopólicos de comunicación que le ayudaron a llegar donde llegó y luego se volvieron contra él, mantener el poco respaldo que le resta entre los grandes empresarios y los dueños del dinero.

Y, principalmente, llegar al fin de 2021 aferrado al sillón presidencial.

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