El duelo jugado en Rosario fue muy atractivo, a partir de la idea de juego de ambos planteles. La polémica llegó en el final por el tiempo que adicionó el árbitro.
River maneja los tiempos de su fútbol en pasado (celebra el título de la Liga Profesional, olvida la Copa Argentina), y en futuro (se cuida pensando en el partido contra Inter de Porto Alegre por la Copa Libertadores), por lo que manda el presente al segundo plano.
El dato que lo fundamenta es que en la formación inicial en el partido de Rosario no había uno sólo de los jugadores que disputaron el encuentro de la consagración en la Liga contra Estudiantes: y sólo dos (Herrera y Rojas) respecto a la derrota contra Talleres por la Copa Argentina.
En el River alternativo hay muchos jugadores de jerarquía que serían titulares en la mayoría de los demás equipos que juegan el torneo, y que además quieren mostrarse para ser tenidos en cuenta en la Libertadores. El que más lo aprovechó en este sentido fue sin dudas Solari, que metió dos goles y un pase de gol para Rondón y que terminó discutiendo el escalón más alto del podio con Véliz, autor de dos de los tres tantos de Rosario Central y un cabezazo en el travesaño.
También jugaron muy bien el colombiano Campaz, Rondón, Giaccone e Infantino, que en el ratito que estuvo en la cancha deslumbró a todos con un maravilloso pase de taco a Ferreyra para que convirtiera el tercer gol con un toque sutil.
El partido, partidazo en realidad, seguramente uno de los mejores de este campeonato, tuvo dominio alternado, pinceladas brillantes y mucha emoción hasta el último instante. De hecho, Salari consiguió el empate 3-3 en el séptimo minuto de descuento.
El River B no tiene la jerarquía del titular pero si la misma idea de juego asociado e idéntica vocación ofensiva. Frente a Central, que es un buen equipo y que se agranda en Arroyito, tuvo muchos pasajes de buen fútbol, pero algunas distracciones muy serias, como en la jugada del segundo gol de Central, que llegó tras un lateral que se hizo muy rápido y terminó en gol porque Mammana se durmió.
Eso sí, en los 90 minutos jugados con todo en el Gigante no se durmió nadie.