El Centro Interactivo de Serpientes Venenosas de Argentina (Cisva) representa un eslabón trascendental en la cadena científica que permite desarrollar un antídoto capaz de salvar a quienes hayan sido mordidos por alguna especie venenosa.
Un centro universitario de Corrientes, mediante la aplicación de un protocolo de buenas prácticas en el trabajo científico con serpientes, logró extender la vida y disminuir los accidentes de ofidios venenosos, en una labor clave para el estudio del insumo primordial de un antídoto que salva vidas, como es el suero para curar mordeduras de yarará.
El Centro Interactivo de Serpientes Venenosas de Argentina (Cisva), ubicado en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), representa un eslabón trascendental en la cadena científica que permite la elaboración del suero antiofídico, único antídoto capaz de salvar la vida de las personas que han sido mordidas por alguna especie venenosa, como la yarará.
En el Cisva de Corrientes conviven actualmente 47 serpientes entre yarará grande y chica, dos culebras de musurana y una lampalagua, que, por diversas razones, no pueden ser reintroducidas en la vida silvestre y atraviesan un cautiverio de índole científica.
La razón de ser de este centro es estudiar el veneno para mejorar el insumo del antídoto y generar conocimiento científico a través del análisis del animal como un todo. Pero la manipulación de estos ofidios y las condiciones de su cautiverio arrojaban un dato preocupante para los especialistas, al registrar como una regularidad que alrededor de un 75 por ciento de los ejemplares de yarará morían al año en sitios de estudio como el Cisva.
Foto: Germán Pomar.
"En nuestro caso, porque teníamos más animales, quizá era una mortandad del 50 por ciento, pero era muchísimo para nosotros, a razón de cinco o seis al año”, dijo a Telam la médica veterinaria y magister María Lucía Bustos, quien se puso al frente del proyecto para mejorar las condiciones y torcer los números.
Bustos se encuentra en el camino al doctorado en Ciencias Veterinarias y su trabajo final es el protocolo que desde hace tres años se viene aplicando con resultados exitosos.
“Luego de la aplicación de estas prácticas murió únicamente un ejemplar, que era un animal que vino muy mal, muy debilitado, y después de eso no tuvimos más muertes, mediante la implementación de este protocolo”, indicó la especialista.
Esta guía consiste en una serie de técnicas, como un control más exacto de la temperatura mediante la incorporación de aire acondicionado frío-calor y monitor de temperatura y humedad, la ampliación del tamaño de los recintos individuales, la instalación de tubos fluorescentes UVA y UVB y el cambio del sustrato de cada sitio, que pasó de ser aserrín de madera a cartón corrugado, pues favorece la muda de las pieles y mejora la higiene.
Por otra parte, se redujeron los ruidos en el ámbito de trabajo y de actividades académicas de CISVA para bajar los riesgos de estrés en los animales.
Foto: Germán Pomar.
Asimismo, se implementó una etapa de cuarentena en la recepción de animales, con observación diaria por 30 días, el asoleamiento de las serpientes pasó de ser eventual a ser fijo semanal y en piletas, que evitan el contacto con el pasto y una consecuente exposición al riesgo de contagio de enfermedades parasitarias y otros microorganismos.
A su vez, se optimizaron los procedimientos de desinfección de superficies y demás espacios del cautiverio, en busca de evitar contagios entre los animales, así como el ingreso de enfermedades desde el exterior.
Pero, así como se logró mejorar la vida de las serpientes de estudio, este protocolo permitió disminuir el riesgo de accidentes ofídicos, pues entre las medidas de manejo se modificó el equipamiento de sujeción al cambiar el uso de ganchos de metal por discos de acrílico que evitan presiones extremas que pudieran lastimar al ejemplar mientras es tomado de la cabeza y evita que haya tanto contacto manual con, por ejemplo, las yararás.
“El animal es un todo y lo que nosotros estudiamos también, además del veneno, es la influencia de la parasitosis en la producción de veneno, porque si un animal tiene muchos parásitos, va a producir poco veneno, un veneno de mala calidad”, amplió Bustos.
Y profundizó al enumerar que ocurre “lo mismo si está deshidratado, si tiene alguna enfermedad viral”.
“En las serpientes, casi todos los grupos de investigación van solo al veneno y al suero antiofídico, pero hay mucho más por detrás, mucho más por conocer de ellas, como el ambiente en el que están, que, si no es bueno, tampoco les permite producir un buen veneno”, subrayó Bustos, que encabeza el proyecto junto a las doctoras Silvana Maruñak, y Pamela Teibler, la licenciada Karen González , y los alumnos avanzados de la carrera de Ciencias Veterinarias Mariela Edith Paulina, Eliana Defagot y Gustavo Romero.
Foto: Germán Pomar.
Además del CISVA, en Corrientes funciona bajo la órbita del Ministerio de la Producción de la provincia el Centro de Producción de Suero Antiofídico (Cepsan), que mediante el trabajo con alrededor de 60 serpientes se dedica a la recolección del veneno para su posterior envío a laboratorios farmacológicos que producen el antídoto.
Este, una vez elaborado, es distribuido mediante criterios sanitarios y con mayor prevalencia a las provincias del norte del país, donde crece el índice de accidentes con ofidios comparado con otras áreas.
Y a su vez, el Gobierno correntino mediante su Ministerio de Salud Pública, ubica los antídotos en las diversas localidades según la incidencia que tiene cada una en el registro de accidentes ofídicos con especies venenosas, informaron fuentes de esa cartera a Télam.