En una entrevista, la conductora recuerda su infancia en Corrientes y el milagro de estar viva, con el aneurisma que superó a sus siete años. Además, su lucha contra los prejuicios: "Me recontra jodía que me llamaran ‘la mujer del Chato Prada’"
Llega a los estudios de Infobae antes del mediodía con una sonrisa de oreja a oreja. Lourdes Sánchez es un huracán derrochando energía. Y se presta a una entrevista en la que nos permitirá ir más allá de lo que las cámaras de televisión reflejan.
Recuerda el delicado momento de salud que debió afrontar cuando tuvo una aneurisma a los siete años, y cómo ocurrió el "milagro". Habla de sus primeros pasos en los carnavales de Corrientes. Y del estudio como motor, de los sacrificios que aceptó afrontar por el ballet. Su infancia, sus padres. El día que un mail le aceleró sus sueños. El casting que le cambió la vida. Y cómo hoy, ella misma es "su propia empresa".
El presente la encuentra en un gran momento, con el regreso de su programa Comer para creer, a partir del 15 de mayo en las medianoches de América, y con Buena tarde los domingos en C5N, junto a Julieta Camaño. Y hay más: conduce Estamos de Una, por República Z, todos los días de 13 a 15.
Pero en su caso, nada es obra de la casualidad, sino producto de la disciplina y la dedicación constante. Y antes que Lourdes Sánchez, aquí toma la palabra una María Lourdes en su versión más auténtica. Y eso, se agradece.
—Se la ve en un gran momento. ¿Es así?
—Estoy muy feliz, haciendo muchas cosas que me gustan. A veces digo: "¿Podré con todo?". Pero soy muy de aprovechar el momento. Me quedó el chip de bailarina, porque la bailarina a veces llega el verano y se queda sin trabajo, esa preocupación: "¿De qué voy a vivir esos meses?". Entonces, todo lo que me ofrecen lo agarro. Obviamente que me tiene que gustar, por supuesto, pero aprovecho. Y justo se dio la casualidad que este año aparecieron un montón de ofertas que me tentaron mucho.
—¿Come todo lo que cocina en su ciclo de gastronomía? Si es así, ¿nos comparte la fórmula para mantener esa silueta?
—Dicen que cuando uno cocina se llena con solo cocinarlo; a mí no me estaría pasando… Yo soy muy dulcera, me encanta todo lo que sea pastelería, las facturas, los chocolates; amo todo eso. Como, pero soy muy consciente: tampoco me voy a devorar toda la torta. Y acompaño con mucha actividad física: me levanto muy temprano y voy al gimnasio.
—¿Cómo fue su infancia?
—Muy linda. Tengo lindos recuerdos. Una familia típica, mamá, papá, que los tengo hasta el día de hoy, que me acompañaron siempre en lo que quería. Una familia de abogados que trabajan en Tribunales, nadie viró para el arte, yo fui la única, y siempre me acompañaron. Tuve algunos problemas de salud de muy chiquita, por lo que mis papás se asustaron mucho, y en uno de esos estudios, era una resonancia de cabeza, que justo fue acá, en Buenos Aires, mi mamá desde afuera me decía: "Bueno, María Lourdes, pensá qué es lo que querés hacer cuando salgas de acá". Tenía siete años.
—¿Qué le pasó?
—Tuve una aneurisma que, por suerte, desapareció por milagro. Creo que realmente de Dios. Y cuando estaba ahí adentro yo de verdad era una nena…
—¿Se acuerda de ese momento?
—Sí, me acuerdo hasta el día de hoy. Me tuvieron que poner una inyección que me picaba mucho el cuerpo. Tengo como esos registros que siendo chica me parecía todo muy extraño. Cuando salimos de ese estudio le dije a mi mamá que quería entrar a los carnavales; en Corrientes son muy famosos. Justo mi vecino era el coreógrafo de una de las comparsas, y mamá me dijo: "Bueno, yo te voy a cumplir ese sueño". Me llevó a la casa de mi vecino y me hizo elegir el diseño del traje. Me impactó uno que era turquesa, tenía zapatos rojos y en el espaldar de plumas un arco iris. Claro, fui a elegir el personaje principal: Dorothy en El Mago de Oz. Por eso tengo tatuado "Over the rainbow", porque es muy significativa esa canción. Ese cuento fue lo primero que bailé, fue mi primer conexión con el arte y el carnaval.
—¿Y desde ahí cómo llegó a los medios? ¿Cuáles fueron los momentos bisagras?
—Estudié mucho. En Corrientes hay muy buena escuela de clásico, muy buenos bailarines clásicos. Estudié mucho y me perdí quizás lo que cualquier adolescente muere por hacer, como fiestas de 15: no iba porque tenía que estudiar temprano, y prefería ir a la clase de ballet que irme al cumpleaños de 15. Me perdía todas las siestas: todos dormían y yo me internaba a estudiar. Ahí me di cuenta de que yo quería hacer eso, pero tenía que estudiar otra cosa. Los padres te dicen: "¿De qué vas a vivir? ¿De bailarina? Imposible". En Corrientes podés ser coreógrafo y no mucho más, vivir de bailar es muy difícil; ojo, también es difícil acá. Pero yo quería eso, pero como tenía que hacer algo más estudié Publicidad, me faltó una materia. Hay algo ahí no resuelto: no puedo terminar las cosas que no siento o me siento obligada a hacerlas. Justo llega le casting del Bailando 2007 y me presento. Ya me había presentado otros años y no había quedado. "Esta es mi revancha, es acá o nunca", digo. Y me llaman.
—¿Se acuerda qué estaba haciendo en ese momento?
—Estaba en Río de Janeiro, de vacaciones en el hotel y a punto de irme a la playa, y me mandan un mail. Era todo un desastre, había perdido el teléfono en un taxi, y ahí estaba el mail donde me decían que había quedado preseleccionada, que tenía que venir a Buenos Aires a hacer un casting con todos los que quedaron preseleccionados en el país y otros países también, porque en ese momento se hacían castings muy multitudinarios, pero me dio tiempo a volver.
—¿Qué sintió cuando leía ese mail?
—Mucha emoción. Lo cuento y me da piel de gallina, porque yo tenía muy claro lo que quería desde que empecé a bailar: yo quería las luces, quería esto, cámaras. Siempre me gustó que me miren, que me saquen fotos, siempre, pero tenía que llegar acá… Hice ese casting en el que éramos muchos bailarines, muchos, muchos. Yo siempre confié mucho en mí. Me tocó bailar con Gabo Sandivaras y aparecen el Chato (Prada) y (Federico) Hoppe, y ahí me agarró como un poco de miedo, porque yo los veía por la tele. Ellos miraron la coreografía que nos hicieron hacer. Vuelvo a Corrientes y me dicen que había quedado seleccionada y que iba a bailar con Jorge Ibáñez. No lo podía creer; aparte lo amaba a Jorge. Preparé mis valijas, puse mucha mucha ropa, porque yo sabía que no iba a volver. Le dije a mi mamá: "Mirá que yo no voy a volver, así dure un día en el certamen".
—¿Y cuando terminó el Bailando?
—Nos eliminaron en la gala número 11 y yo estaba súper triste, llorando a mares. Se acerca Sofovich, Gerardo, y me dice si quería hacer temporada con él en Carlos Paz. Estaba a la cabeza Flor de la V, estaban Adabel Guerrero, Valeria Archimó, un montón de bailarinas de ShowMatch, pero yo era la única soñadora.
—¿Es consciente de que fue una privilegiada?
—Sí, totalmente, yo soy muy consciente de eso, pero también siento que me lo merezco porque estudié, porque fui perseverante, fui muy disciplinada, hice todos los pasos que hay que hacer de la manera más difícil, sacrificada. Por eso creo que me lo merezco.
—Con esta exposición, ¿cómo maneja en las redes las relaciones con los otros, en especial con los hombres?
—Bueno, me pasó algo re loco que después de salir la primera vez en pantalla con Marcelo Tinelli, yo me voy a un boliche y estaba en la cola del baño de mujeres, era una cola bastante larga, y todas las chicas empezaron a reconocerme. Fui una vez y ya era impresionante cómo la gente te reconocía. Eso me flasheó un montón y obviamente empezaron a escribir un montón, un montón de tipos.
—¿Es de responder?
—Sí, por supuesto. Yo te sigo la charla por más de que sé que no va a pasar nada…
—Digamos que es educada.
—Sí. A veces interpretan mal eso de ser tan educada y copada, que piensan que puede pasar otra cosa… Pero no, es que soy solo muy copada.
—¿Cómo fue su primera cita con el Chato Prada?
—El Chato apareció en ese verano, fue a ver la obra porque tenía que empezar a cerrar contratos para el próximo Bailando y lo vi en la platea. La segunda noche me llega un ramo gigante de flores, rosas rosas, y solo decía en la tarjeta: "Tu admirador". En el fondo algo presentía porque si había ido a ver dos veces la obra, me preguntaba: "¿Tanto le gustó? ¿Qué parte se perdió que volvió?".
—¿Él iba a ver la obra y la saludaba después?
—Sí, Él me decía "correntina" ya desde el Bailando. Solo me saludaba, nada más que eso, y nos íbamos al boliche allá en Carlos Paz y él estaba. Me empezaron a llegar mensajes de un número que yo no tenía registrado, haciéndose el misterioso, tirándome flores, pero nunca me decía que era él, aunque algo intuía…
—¿Qué le escribía?
—"Estuviste hermosa". Se hacía el galán.
—¿Y cuándo dio la cara?
—Cuando yo lo apreté. Le puse: "Mirá, si no me decís quién sos, no quiero que me escribas más", porque me mataba la intriga. Nunca me decía que era él. "Bueno, me encantaría verte, yo ya me voy", me respondió. Ahí le volví a pedir que me diga quién era y ahí sí me dice: "Soy Pablo"; él no es el Chato, es Pablo. "Sí, ya me parecía", le digo. Organizamos una cita pero con una celestina de por medio…
—¿Con una celestina?
—Sí. Porque yo estaba viviendo con todas las bailarinas de ShowMatch y pensaba: "¿Qué van a decir todas mis compañeras? ‘¡Ya el primer año y se va con el productor!’". Todas esas cosas que una piensa, el prejuicio. Así que nuestra celestina fue Denise Dumas que estaba haciendo temporada allá con Campi y son muy amigos con el Chato. Nos hizo la gamba, me buscaron a mí…
—Ah, todo un operativo.
—Un operativo, casi que entro por el baúl. Y nos fuimos a la casa de Denise y ese fue como el primer encuentro. Obviamente, no pasó nada, hablamos mucho, mucho…
—¿Y cómo se sintió?
—Era extraño: me daba cierto nerviosismo. Se quedó unos días más, al final no volvió a Buenos Aires, y yo estaba todavía muy enganchada con un ex de Corrientes, entonces no prosperó la relación con el Chato en ese verano. Pero también sabía que la relación a distancia no iba más: lo intentamos con mi ex… Después de ese verano se abrió un casting para ser bailarina de ShowMatch, a mí se me terminaba la temporada de teatro en Buenos Aires y necesitaba otro trabajo para pagar el alquiler. Me presento en ese casting y al poco tiempo me dicen de que había quedado. Pero ya le había roto el corazón a él antes, no es que él influyó en el tema.
—¿Le molesta el prejuicio de "ser la mujer del Chato Prada"?
—Me recontra jodía, me ponía mal, me angustiaba, porque la gente no sabe todo el sacrificio que hice. Dejé a mi familia, dejé todo para estar acá.
—¿Cuándo pudo sacarse esa mochila de encima?
—Yo creo que la experiencia en la tele misma, de que veía que podía hacer otra cosa que no tengan que ver con el Chato y su productora o Marcelo, cuando me empezaron a llamar otros productores para hacer otras obras de teatro. Hoy te digo que no me importa nada pero nada de lo que me digan. Tengo esa tranquilidad, yo soy muy segura de mí, y sé que la gente que me conoce también sabe.
—¿Cómo es como mamá?
—Soy todas las frases trilladas: me cambió la vida, es el amor de mi vida, es mi príncipe azul. Es todo. Todo y más: es un nene divino, súper especial, tiene carácter fuerte, es escorpiano, y me puede un montón. Pero a la vez es un nene tan dulce: tiene una sonrisa que me enamora, me vuelve loca, me da vida, es como una inyección de adrenalina verlo a él. Y como mamá soy súper copada, súper relajada.
—¿Qué piensa de la televisión de hoy y qué ve?
—A mí me gusta mirar tele, soy de la vieja camada. Soy fan de LAM. Me levanto con el noticiero: me gusta verlo a Antonio Laje, así que desayuno con él y con todas las noticias pálidas de nuestro país. El fin de semana también soy muy del noticiero. Me encantan todos los programas de chimentos. La miro a la Roccasalvo en Canal 9 los fines de semana.
—¿Alguna crítica o algún chimento le molestó mucho?
—Sí, muchos.
—¿Cuál fue el que menos le gustó?
—A ver, seguro fue en Intrusos, porque es un programa donde muchas veces dijeron cualquier cosa y donde siempre sentí mala onda.
—Y el tema de las críticas, ¿lo habla con Pablo?
—Sí, sí.
—¿Y qué dice?
— Él me quiere callar mucho y yo soy todo lo contrario. Él me dice "no, no lo ilumines", como que él me trata de tranquilizar, porque yo soy media que se me salta la térmica y empiezo a decir lo que me sucede, soy como muy transparente en eso, pero a la vez sí, puede ser un medio peligroso. Entonces él me trata de calmar y de que vea el lado positivo, pero a veces son tantas las mentiras que uno escucha que te da bronca y lo primero que hago es putear.
—Como ciudadana, ¿cómo vive la actualidad, la inflación, los precios? ¿Va al supermercado?
—No lo puedo creer... Voy mucho al súper, voy mucho a la verdulería; yo me encargo de esas compras lo mismo que el Chato. Y obviamente que te da incertidumbre. Me estoy haciendo una casa en Corrientes y todo cuesta un montón, todos los precios cambian semana a semana, ya hay muchas cosas que congelé el año pasado porque sabía que esto iba a seguir, entonces hay cosas que zafé. Y uso mucho mis redes para conseguir algún beneficio con un montón de marcas…
—Cuénteme eso.
—La verdad es que muchas marcas se sumaron a este proyecto que si bien es canje, yo estoy también prestando un servicio a esas marcas que quedan muy contentos con mis contenidos y también me ayudan a que no sea tanto el gasto.
—Sus historias están bien producidas: no es fácil hacerlas, ¿no?
—No, por supuesto que no es fácil. A mí me dio mucha práctica la cuarentena, en la que yo sentía que le hablaba a mucha gente, lo cual es real: le hablaba a mucha gente a través de una historia (de Instagram) y no me sentía tan sola, entonces contaba todo. Tengo como el relato fácil. Y por ejemplo, con el tema de la casa, no es que voy y te digo: "¡Gracias por la mesada!", y me saco una foto. No; yo te cuento de dónde viene la piedra, me estudio todo, no te tiro así: "¡Qué lindo mi horno!", y una foto. No; te cuento que tiene ventilación, que esto, que lo otro…
—¿Maneja sola su cuenta o alguien la ayuda con los contenidos?
—No, yo, yo solita.
—Ah, es una Pyme.
—Es una Pyme. Bueno, hoy te pagan más por postear o por subir una historia que en la televisión; eso también es una realidad. Tu cuenta vale más que estar haciendo 150 mil programas.
—¿Cuándo se dio cuenta de que tenía ese poder o que estaba consolidada?
—La cuarentena fue una explosión. Tengo mi manager, Vanesa Pellizzeri, a la que le decimos Luisito Rey (el padre de Luis Miguel) porque nos exprime.
—Para el que no tiene idea: ¿cuánto cuesta un posteo en general, el básico?
—El posteo básico puede ser 400, 350 (mil) pesos…
—Un sueldo.
—Para finalizar. Si pudiera recuperar por un instante algo que haya perdido en estos años de vida, ¿qué sería?
—¡Guau! ¿Qué sería...? Y creo, que a mi abuela... Sí, a mi abuela. La recontra extraño. Le decían Chiquita, se llamaba Elsa. Tenía los ojos más hermosos del mundo, turquesas. Me acompañaba también a danza. Me llegó a ver en la tele y se ponía muy, muy feliz. Extraño su comida. Pero sí... a ella.