En el día en que la Iglesia celebró la Exaltación de la Cruz, el obispo diocesano monseñor Adolfo Canecin, rezó un responso en el predio de la Cruz Gil y luego encabezó una procesión hasta el lugar donde se construye el templo dedicado a la Santísima Cruz, propiedad del obispado de Goya, lugar donde presidió la celebración eucarística, en cercanías de la localidad de Mercedes. Concelebró el presbítero Ramón Felipe Espinoza.
El obispo recordó que el Papá Francisco, que les transmitió personalmente el 6 de septiembre de 2015, en la visita que realizó a su santidad en la Casa Santa Marta de Roma.
En tal sentido el Papa Francisco, recomienda orar por los difuntos, que es una obra de misericordia.
Para ello la Diócesis de Goya, con la aprobación de monseñor Ricardo Faifer, publicó un novenario y, siguiendo la línea de su antecesor, monseñor Adolfo Canecin, destaca que es una “ayuda pastoral” para nuestra fe y nuestra oración, cuyo autores fueron el Padre Julián Zini, (Vicario Episcopal para la Cultura de la Diócesis de Goya) y al Vicario General de la Diócesis el presbítero Luis María Adis, ambos ya fallecidos.
En dicha novena se recuerda que “cada vez que un cristiano se santigua haciendo la cruz sobre su cuerpo, o cuando toca la cruz tomando gracia, está profesando su fe en Jesucristo crucificado y resucitado. Él es nuestro Mediador supremo entre Dios y los hombres”. Asimismo, la novena pide a los fieles que “la devoción a la Cruz Gil se centre en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo y no en el difunto”.
Monseñor Canecin recomienda “acoger y acompañar”, en ese santuario a los “peregrinos y devotos de la Cruz Gil”.
"Hermano, la cruz sintetiza toda la fe cristiana", destaca el obispo y considera a la Cruz Gil como “expresión de religiosidad popular, a la que debemos mirar con una mirada honda y profunda para descubrirla como un lugar teológico”, es decir, “donde puedo encontrarme con Jesús, con Dios; con el hermano, que también es un lugar teológico, sobre todo el pobre”.
El obispado de Goya adquirió un terreno donde se construye un hermoso templo dedicado a la Santísima Cruz para que sea un “espacio de serenidad, de silencio, de oración, que favorezca una experiencia de fe en el encuentro con Jesucristo, quien nos amó y se entregó por nosotros en la Cruz”.
Finalmente impartió la bendición, pidiendo para los peregrinos la intercesión de la Virgen de Itatí.