A poco de cumplir 30 años en nuestro país, la actriz hace una pausa para charlar sobre sus proyectos, las causas que defiende, el paso del tiempo y los pequeños grandes momentos que iluminan su vida.
Para los argentinos, Natalia Oreiro primero es nuestra... y después uruguaya. Es que lleva casi 30 años escribiendo su biografía aquí: llegó a Buenos Aires el 18 de julio de 1994, el mismo día en que se produjo el atentado terrorista a la AMIA, uno de los episodios más tristes de la historia moderna del país. No es casual que un puente imaginario la haya llevado a aquel tiempo en Iosi, el espía arrepentido, uno de sus últimos protagónicos, en el que se mete en la piel de una agente del servicio de inteligencia con rasgos antisemitas que investiga el hecho, junto al atentado a la Embajada de Israel y la venta ilegal de armas.
“Ese momento me marcó muchísimo, no solo porque venía con todas las ilusiones a instalarme acá, sino porque nadie está preparada para vivir algo así. Con mis papás estábamos cerca de la zona comprando cosas para el departamento que había alquilado y, de repente, estallaron los vidrios del local en mil pedazos. No sabíamos si había explotado una garrafa o había habido un choque en el subte. Me parece lamentable que aún no se hayan encontrado los culpables y la búsqueda de justicia sea una cuenta pendiente”, reflexiona, mientras habla sobre la segunda temporada de la serie que se estrenó a fines de octubre, en Prime Video.
Natalia es infinita, siempre se arriesgó a ir más allá de la actuación. De chica estudió corte y confección y suele diseñar su vestuario. De hecho, tuvo su marca de ropa, que ahora maneja su hermana. También se animó a probar la faceta de cantante, hizo feats con varios artistas y el mes pasado sorprendió con sus hits en la Marcha del Orgullo. Puede interpretar un personaje en una ópera prima, pero también ser conductora de tevé. Y en todas las piletas a las que se lanza, pareciera que va nadando como pez en el agua.
Además de sus múltiples aristas, entendió que la popularidad es un camino para darles voz a aquellos que no la tienen y visibilizar problemáticas que, generalmente, no son prioritarias en la agenda, como la defensa del medio ambiente y los recursos naturales, y el respeto por los derechos de los niños. Quizá por esa conciencia social, que la aleja del glam de los flashes y las cámaras, es que se convirtió en una persona empática y adorada por todos.
Mientras charlamos, está bordando una mochila con el nombre de su hijo para un campamento que Atahualpa tiene en Córdoba. Son las 11 de la noche de un lunes y al día siguiente se levanta a las 6 de la mañana para llevarlo a la escuela. “Es la primera vez que viaja lejos durante más tiempo. Ya fue de campamento a Zárate, pero por dos días”, detalla, con precisión de madre atenta.
¿TE CUESTA QUE SE VAYA DE CASA POR UNA SEMANA?
NATALIA OREIRO No. Me encanta que viva esa experiencia rodeado de la naturaleza. Yo lo experimenté desde muy chica, eso de subirme a una casa rodante y salir a acampar, y me parece relindo. Ya nos juntamos con sus amigos para armar la carpa y establecer las pautas de convivencia, así todos se sienten cómodos. Reconozco que la maternidad me volvió miedosa y despertó inseguridades que no tenía, pero en este caso dejo que suceda, confío en él y en sus maestras.
¿SE SUPERAN EN ALGÚN MOMENTO ESOS TEMORES?
Ser madre es tener el corazón latiendo fuera del cuerpo. Una transita por sentimientos muy diversos. Los miedos estan ahí, escondidos, pero intento que no me condicionen. Por momentos, los manejo mejor que otras. Soy consciente de que no quiero trasladarle esas señales a mi hijo. Si la maternidad no fuera tan maravillosa, sería muy difícil, porque te hace pasar por estados extremos y desconocidos. Ata es un niño muy feliz; a veces, siento que yo podría ser mejor mamá. Pero todos los días me esfuerzo por darle mi versión más noble.
ÉL TIENE 11 AÑOS. ¿QUÉ HARÍAS SI A LOS 16 TE DICE QUE QUIERE IRSE A VIVIR A OTRO PAÍS, COMO HICISTE VOS?
¡Me muero! Yo era muy pequeña cuando vine a Buenos Aires. También era otra época del mundo. En aquel entonces, me encontré contenida y cuidada. Calculo que si en algún momento él quiere volar, así será. Me va a costar muchísimo, pero lo voy a acompañar siempre.
DESPUÉS DE TANTAS ETAPAS VIVIDAS, ¿QUÉ TE SIGUE ENAMORANDO DE LA ARGENTINA?
Es un lugar maravilloso con personas súper creativas. Tiene una diversidad geográfica que me encanta. Yo estoy muy agradecida, porque desde el primer momento me cobijaron como una ciudadana más, no me hicieron sentir extranjera. La Argentina me dio un montón de oportunidades laborales, me brindó un hogar, un amor y un hijo. Sigo eligiendo esta tierra porque la siento como mi sitio de pertenencia. Acá soy inmensamente feliz. Me interesa contribuir y aportar mi granito de arena para que al país le vaya mejor.
SOS EMBAJADORA DE UNICEF, ¿CÓMO ASIMILÁS QUE HAYA 40% DE NIÑOS EN SITUACIÓN DE POBREZA?
Me produce dolor e impotencia. En esta época de elecciones, con cada nuevo gobierno, quiero creer que esa situación va a revertirse. En un país tan rico, con recursos naturales y tierras para cultivar, es inentendible que haya chicos que crecen sin agua. La educación y la alimentación tienen que estar garantizadas. Más allá de lo que sucede puntualmente acá, me parece que estamos en un momento hostil e incierto de la humanidad, atravesado por guerras, pandemia, cambio climático y diferencias sociales cada vez más notorias. Hay una idea del “sálvese quien pueda” que me angustia, porque potencia el individualismo. Aunque una viva rodeada de personas con distintas ideologías, la solución es colectiva. El respeto por la diversidad nos va a permitir salir adelante como sociedad. Hay que hacer causa común, todos habitamos el mismo planeta. Es la única forma de ir hacia un lugar más luminoso.
¿CUÁLES SON LOS MOMENTOS COTIDIANOS QUE TE HACEN SENTIR QUE TODO VA A ESTAR BIEN?
Me relaja muchísímo la jardinería. Estar en contacto con la naturaleza siempre fue mi gran refugio. Con esto de que vivimos conectados a los celulares, dicen que la radiación se contrarresta caminando por el pasto. Soy de meter mano en la tierra para plantar, cosechar y sacar yuyos. Jugar con mis tres perros y ser mamá es algo que me llena da felicidad. Con Ricardo somos papás muy presentes, vamos a buscar a nuestro hijo al colegio, lo llevamos a las actividades, nos disfrazamos con él, compartimos y leemos cuentos todas las noches. También hacemos planes al aire libre, salimos a andar en bici. Son esos pequeños grandes momentos que le dan sentido a la vida. El chat escolar, que muchos padecen, a mí me encanta. Al tener una profesión en la que soy el centro, ahí me siento una más. Me corre del egocentrismo.
¿QUÉ APRENDISTE CON EL PASO DEL TIEMPO?
A veces siento que en mi adolescencia era mucho más audaz y mandada. Con los años me volví bastante controladora. En este 2023, por ejemplo, hubo seis meses en los que había pautado determinados proyectos que al final se pospusieron y sentí que eso lo volvió un poco caótico. Finalmente, estrené Casi muerta, Las rojas, Iosi y La Voz Uruguay. Y lo difruté un montón, así como se dio. Por eso trabajo para que esa parte controladora que hay en mí no limite mi carrera ni mi vida. Después, cuando pienso que van a ser 30 años desde que estoy en la Argentina, no puedo creer lo rápido que pasa todo. Ser consciente de que la vida es un instante me enseñó a vivir el momento, a hacer foco en el presente. Aprendí a priorizar la paz interior, es algo por lo que suelo brindar a fin de año, para estar bien conmigo misma, con mis afectos y mi entorno. Y en ese camino me interesa ir aliviando el equipaje. O, al menos, eso intento, porque como te decía antes, siempre estoy buscando alcanzar mi mejor versión.