Los duros se enorgullecen por haber mantenido la postura de la confrontación desde el momento en que ocurrió el atentado contra Cristina Kirchner. Los más moderados, en cambio, optaron por separar el intento de magnicidio del posterior "uso político" del hecho.
El ala dura del macrismo, lejos de retroceder sobre sus pasos, redobló la apuesta hacia adentro y hacia afuera tras el atentado contra Cristina Kirchner, que ese sector no repudió. El PRO, y a nivel general Juntos por el Cambio, se dividió claramente en dos grupos con coincidencias y puntos en común pero una diferenciación de base, el rechazo o no al intento de magnicidio. Patricia Bullrich, la mayor exponente de los que guardaron silencio, se abrazó a la idea de la firmeza y la coherencia anti kirchnerista enarboladas como bandera para las elecciones 2023. Los más moderados, en cambio, optaron por separar la tentativa de asesinato del “uso político” oficialista.
Para la presidenta del PRO, tomar una decisión, una postura, no puede ser negociable y debe mantenerse bajo cualquier circunstancia. En su memoria quedaron las famosas “14 toneladas de piedras” de la brutal represión en el Congreso en 2017, en manos de la gestión Cambiemos. En ese momento, recordó varias veces la ex ministra de Seguridad, la administración de Mauricio Macri mostró debilidad y esa carencia se transformó en una piedra fundacional de la derrota electoral dos años más tarde.
El discurso del “carácter” fue presentado también por Macri en alguna de las tantas entrevistas que dio este año. Algunos también lo replicaron pero de un modo suavizado: al tener en claro los cambios que necesita la Argentina, mantener el rumbo pese a que sean antipopulares. Esa firmeza, entonces, sería tan imprescindible como la existencia de un plan para manejar el país.
Por eso, para Bullrich es inconcebible el cambio de decisiones sobre la marcha. Actitud que algunos, dentro de la propia fuerza, catalogan como “capricho”. Básicamente, por no existe el rechazo sólo por el rechazo, la oposición sólo por la oposición. Esa postura sería simplemente una especie de propaganda, de consumo del slogan propio, fundacional para la alianza, del antikirchnerismo.
La presidenta del PRO dijo, en una conversación con el canal TN, que ella “conoce” las fórmulas del kirchnerismo y que, por lo tanto, no salió a repudiar el atentado para “esperar” las palabras del jefe de Estado. Cuando Alberto Fernández dio su mensaje por cadena nacional, ella se vio habilitada a mantener el discurso de la confrontación. Como plantearon varios dirigentes, Bullrich entendió que Fernández tendría que haber hecho un llamado a la unidad social pero, por el contrario, mostró “bajeza”, apuntó contra “instigadores” de la violencia y decretó un “feriado” nacional para promover una “marcha partidaria”.
Para muchos extraviados por el atentado, la aparición de un feriado se transformó en el tubo de oxígeno necesario para alcanzar la cumbre del Everest. Fue el salvavidas. En el entorno de Bullrich, distintas figuras salieron a pronunciarse sobre el intento de magnicidio pero sin un rechazo y con el pedido de investigación. El asueto no les gustó.
Con el paso del tiempo, y algunas críticas internas a la posición halcona, hubo modificaciones en el tablero y el bullrichismo celebró. Juan Pablo Arenaza, legislador porteño y parte del armado chico de Patricia, reveló que hubo señalamientos en la propia alianza pero que a su jefa “no se le movió una pestaña” y “se adelantó a todos”. Bajo este análisis, con el endurecimiento del discurso por parte de distintos sectores, la dirigencia se plegó a la líder de la confrontación.
Los más moderados, lejos de esa interpretación, se vieron mejor posicionados frente a lo ocurrido porque “repudiar un intento de asesinato a una persona, que encima es Vicepresidenta en ejercicio, no puede entrar en discusión”. Lo que no quita que, luego, se le haya abierto la puerta a la oleada crítica por un posterior “aprovechamiento político” por parte del gobierno que merecía remarcarse. Dos momentos distintos, dos sucesos separados. Esa es la distinción que los halcones no hicieron.
Con esta construcción, para los más combativos, los blandos cambiaron el discurso y volaron, cual hoja, en la dirección de la ráfaga de turno. Lejos de la coherencia, la firmeza y el carácter de quienes se atrevieron a criticar aún en el momento más dramático. Sostener una posición incluso cuando todo marca que no debería explicitarse.
El debate ya había sido planteado la semana pasada, después de la represión porteña en la puerta de la casa de Cristina Kirchner. Bullrich le remarcó a Horacio Rodríguez Larreta su falta de coraje y le cuestionó haber cambiado la decisión sobre la marcha. Eso fue conversado en un almuerzo del PRO y la conclusión fue que, sin firmeza, la Ciudad está sola. “Pararse y conducir el poder con carácter. La falta de carácter nos lleva a ser débiles y no tener la suficiente potencia para ponernos al frente de los cambios y bancar los cambios”, dijo la titular del PRO sobre esa “discusión” amarilla. Es que, para ella, la ciudadanía buscará “firmeza y carácter” en Juntos por el Cambio, frente a los zigzagueos en el Frente de Todos.
Si bien Federico Pinedo o Mauricio Macri se pronunciaron en contra del atentado, el equipo más próximo a Bullrich mantuvo su distancia con la palabra “rechazo”. “Imposible acordar nada con gente que nos odia y que ahora se hacen los buenitos”, dijo Arenaza en redes sociales sobre la convocatoria al diálogo. Cuando Fernández decretó el feriado, también lanzó que “en CABA como en Mendoza y Jujuy no debería existir ningún feriado”, en un claro mensaje a Larreta y una omisión a Corrientes, que se plegó al asueto.
En la Ciudad, los servicios funcionaron con cronograma de feriado pero, tres días más tarde, el jefe de Gobierno anunció el “recupero” de un día de clases “perdido” por un asueto producto de un intento de magnicidio. Lo hizo acompañado por una figura dura de su armado, Soledad Acuña.
El discurso de los duros se mantuvo. Incluso se cuestionó a quienes salieron a criticarlo, como fue el caso del lilito Juan Manuel López, que señaló a Bullrich como parte “de una generación para la que la violencia era una opción, lo lamento por ella”. Desde el entorno de Patricia lo cruzaron en redes sociales, incluso con descalificativos, y el diputado tuvo que disculparse.
Otro que refrendó la postura anti repudio fue el diputado Francisco Sánchez, que pidió la pena de muerte para Cristina. En una entrevista, refrendó su proyecto de ley para que esa sentencia alcance a los delitos de corrupción agravada. “Son cosas que se pueden legislar, se pueden discutir, y si hay un ámbito para hacerlo es el Congreso de la Nación".
Ricardo López Murphy, con una ideología más cercana a Patricia Bullrich, volvió sobre el “ellos o nosotros” luego de haber repudiado el atentado y tener que salir, más tarde, a justificar ese posicionamiento frente a las críticas de sus seguidores. Ahora, le puso condicionamientos a una convocatoria al diálogo que pareció quedar un poco floja.
Hacia adentro, Patricia Bullrich fue vista como una dirigenta que sólo pudo encontrar su identidad por oposición a otra cosa. De ahí la estrategia de la confrontación a como de lugar y frente a cualquier hecho. Bullrich no es el kirchnerismo, y ese se transformó en el concepto central de su armado para el 2023.