Pedro, originalmente llamado Simón, fue uno de los doce apóstoles de Jesús y es reconocido como el primer Papa por la Iglesia Católica.
La muerte del apóstol de Jesús y uno de los líderes más prominentes del cristianismo primitivo, está rodeada de tradición y simbolismo. Según la tradición cristiana, Pedro murió como mártir en Roma alrededor del año 64 d.C., durante la persecución de los cristianos bajo el emperador Nerón.
Según el Nuevo Testamento, Jesús le dio el nombre de Pedro, que significa “roca”, y le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18).
Pedro fue arrestado en Roma durante la persecución de los cristianos ordenada por Nerón tras el incendio de Roma. Según la tradición, fue condenado a morir crucificado. Sin embargo, pidió ser crucificado cabeza abajo, argumentando que no era digno de morir de la misma manera que Jesús.
La crucifixión invertida simboliza la humildad de Pedro y su profunda devoción a Jesús. Su martirio consolidó su papel como pilar del cristianismo, uniendo a los creyentes frente a la persecución.
Se cree que Pedro fue ejecutado en el Circo de Nerón, cerca del lugar donde actualmente se encuentra la Basílica de San Pedro en el Vaticano, donde según la tradición, fue enterrado.
Pedro es una figura central para el cristianismo, venerado como mártir y líder de la Iglesia primitiva. Su vida y muerte ejemplifican el sacrificio y la fidelidad, y su legado persiste en las enseñanzas y estructura de la Iglesia.