Por Daniel Kersffeld
El 27 de septiembre, al final de la reciente cumbre presidencial de las Naciones Unidas, se concretó una de las más recientes iniciativas para promover el cese de fuego entre Ucrania y Rusia.
Bajo la conducción conjunta de China y Brasil, la alianza “Amigos de la Paz” se comenzó a conformar en mayo último y expresa a un núcleo de naciones del Sur Global que ofrece su colaboración en la búsqueda de una solución política al conflicto armado que ya lleva más de dos años y que ha tenido un amplio alcance mundial.
Además de China y de Brasil, en este bloque participan una veintena de naciones, entre las que se encuentran Arabia Saudita, Argelia, Azerbaiyán, Bolivia, Colombia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Kazajistán, Kenia, México, Sudáfrica, Tailandia, Turquía, Vietnam y Zambia.
El bloque plantea un eje de tres principios básico para aliviar la situación entre ambos países en guerra: no ampliar la zona de conflictos, no incrementar los enfrentamientos y evitar provocaciones de ambas partes. Entre otras medidas, también subraya la necesidad de impulsar la ayuda a las regiones afectadas para evitar una crisis humanitaria a mayor escala, apoyar el intercambio de prisioneros de guerra y rechazar los ataques contra instalaciones civiles.
Los apoyos, algunos inesperados, no tardaron en llegar. Dentro del continente europeo, el primer interesado en respaldar la iniciativa fue el gobierno de Hungría, que en política exterior y, sobre todo, en el marco de la Unión Europea, suele actuar de manera coordinada con Rusia.
Uno de los países europeos que mostró interés en la propuesta fue Suiza, cuyo gobierno colaboró activamente con el presidente ucraniano para dar vida a una limitada conferencia de paz en el pasado mes junio, a la que no sólo no se invitó a ningún representante ruso, sino que además fue vaciada de poder debido a las ausencias de mandatarios como los de Estados Unidos y China.
La renovada atención del gobierno helvético a los esfuerzos diplomáticos de China y de Brasil posiblemente busca contrapesar la ruidosa ruptura del posicionamiento histórico neutral de Suiza en los grandes conflictos mundiales y volver a sostener la labor de ese país (generalmente desarrollada en las sombras) tendiente al diálogo y al acercamiento de las partes en conflicto.
La incógnita hoy está en el posicionamiento de India frente a esta iniciativa de paz. Si bien la India pertenece al bloque de los BRICS junto con Rusia, China y Brasil, y es uno de los principales referentes del Sur Global, al mismo tiempo suele desenvolver una amplia autonomía cuando se trata de poner a prueba su vinculación con Estados Unidos y con la Unión Europea.
De ahí que, en la actualidad, el primer ministro indio Narendra Modi es cortejado principalmente por el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, interesado en impedir que la potencia asiática en ascenso termine formando parte de un entramado de naciones que atenta contra sus propios intereses políticos.
Con la expectativa de que el grupo de “Amigos de la Paz” se amplíe a un mayor número de gobiernos y tenga una representatividad todavía mayor, la propuesta de diálogo se dará a conocer formalmente a fines de octubre, en la próxima cumbre de los BRICS, en Kazán, Rusia.
Pero el rechazo no tardaría en manifestarse. El presidente ucraniano aprovechó su discurso ante la Asamblea General para criticar el plan de paz calificándolo como un esfuerzo “colonial” (sic). Y los diplomáticos ucranianos también iniciaron un operativo de presión hacia los legisladores estadounidenses para que se opongan formalmente a dicho plan plan desde el Congreso.
Además, Zelenski rechazó el giro de la diplomacia suiza, aliada hasta ahora, y la criticó al denunciar que no tenía fundamentos reales y que se trataba de una posición “ilógica”.
Previsiblemente, la principal defensa del gobernante ucraniano fue la esgrimida por el secretario de Estado Antony Blinken, quien no sólo expresó sus dudas por el hecho de que China, como socia de Rusia, pudiera presentar una iniciativa por la paz de manera neutral, sino que además expresó que su interés principal era que Rusia fuera derrotada y que pagara los costos totales del conflicto. Por su parte, desde la conducción de la OTAN se crítico fuertemente que Turquía, que integra la alianza atlántica, también apoye la iniciativa de paz.
El contraste no podría ser más evidente. Mientras que veinte gobiernos encaran una amplia labor diplomática para evitar que la guerra se expanda territorialmente y se perpetúe en el tiempo, Zelenski presenta el así llamado “Plan para la victoria” que, no es otra cosa que un nuevo (y probablemente último) pedido de armamentos al gobierno de Estados Unidos ante la perspectiva de una derrota demócrata en las próximas elecciones presidenciales del 5 de noviembre.
Si bien obtuvo un nuevo respaldo armamentista por parte del gobierno en retirada de Joe Biden, lo cierto es que ni el candidato republicano, Donald Trump, ni la demócrata, Kamala Harris, tuvieron interés en respaldar públicamente el proyecto del mandatario ucraniano.
Frente al desastre actual en Medio Oriente y ante las perspectivas de una guerra con consecuencias impredecibles en prácticamente todo el mundo, resalta la importancia de que un bloque de potencias emergentes y de países del Sur Global esté llamando a la paz entre Rusia y Ucrania. Aun ante a la ciega voluntad de Volodímir Zelenski por proseguir una guerra brutal, con creciente rechazo en su propio país, y en la que existen cada vez más dudas sobre su victoria.