Por primera vez en doce años, un alto funcionario de Estados Unidos ha entrado en Damasco. Se da la paradoja de que el presidente Joe Biden ha enviado a un influyente asesor suyo a reunirse con quienes hoy controlan partes de Siria, a pesar de que la diplomacia y la justicia estadounidenses los siguen considerando un grupo terrorista. La prioridad de la Casa Blanca es conseguir la colaboración de los rebeldes liderados por Abu Mohamed al Jolani, conocido como Ahmed al Sharaa, para liberar a ciudadanos estadounidenses retenidos en la región, en especial el periodista Austin Tice, desaparecido en 2012. A cambio, el Gobierno federal de EE.UU. estaría dispuesto a considerar una posible normalización de relaciones y el levantamiento de sanciones.Para sacar a Al Jolani de la lista de terroristas de Estados Unidos, el proceso debe ser iniciado por el Departamento de Estado, que evaluaría si ya no cumple con los criterios de designación. Esto requiere pruebas claras de un cambio de conducta, como el cese de actividades terroristas y la ruptura de vínculos con organizaciones extremistas. Las agencias de inteligencia analizarían la situación y, de aprobarse, el Congreso sería notificado antes de oficializar la decisión. En el caso de Al Jolani, su historial y vínculos con Al Qaida complican el proceso, pero una cooperación clara en liberar rehenes y normalizar relaciones sería determinante.Noticia Relacionada El nuevo gobierno sirio estandar Si EE.UU. retirará al nuevo líder sirio de la lista del terrorismo mundial Francisco de Andrés Una delegación norteamericana negocia en Damasco las condicionesMisiones imposiblesQuien está ahora en Damasco es Roger Carstens , enviado especial del presidente Biden para la liberación de rehenes. Es un experto en misiones imposibles y, de hecho, hasta fue a verse con el dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, para obtener la excarcelación de presos estadounidenses el año pasado. Barbara Leaf , que es la principal diplomática del Departamento de Estado para Oriente Próximo, acompañó a Carstens a Damasco como un gesto de acercamiento más amplio hacia Hayat Tahrir al Sham (HTS), el grupo armado que comanda y que derrocó al régimen de Al Assad.Fue el gobierno de Barack Obama el que rompió relaciones con la dictadura siria en 2012, tras la brutal represión de una revuelta interna . Desde entonces, la Casa Blanca ha recurrido a intermediarios para cualquier gestión relacionada con Siria, dejando que fueran Rusia e Irán quienes sostuvieran un régimen que ahora acaba de colapsar. Por su parte, Al Jolani y su grupo han optado por reinventarse, intentando dejar atrás sus orígenes yihadistas. Prometen construir un estado secular alejado de extremismos, aunque en Estados Unidos predomina la cautela antes de avanzar hacia una normalización de relaciones. Sobre el propio Jolani pesa aún una recompensa del Departamento de Estado de diez millones de dólares, un recordatorio claro de sus orígenes.En realidad, Estados Unidos designó formalmente a HTS como una organización terrorista extranjera en 2018 debido a sus lazos con Al Qaida. Su líder, Al Jolani, fue designado como terrorista en 2013 y anteriormente estuvo preso en una cárcel estadounidense en Irak, por yihadista. Como un gesto inicial, el convoy americano recibió garantías este viernes de que tendría un paso seguro mientras estuviera en Siria, aunque siempre persiste la amenaza de ataques de otros grupos terroristas, incluido el Estado Islámico, que tiene sus propias ambiciones en la zona. El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, declaró a Bloomberg el jueves: «Hemos escuchado declaraciones positivas por parte del señor Jolani, el líder de HTS. Pero lo que realmente importa es lo que está ocurriendo sobre el terreno. ¿Qué están haciendo? ¿Están trabajando para construir una transición en Siria que incluya a todos?».