Por Christian Buteler
La inflación de octubre fue del 2.7%, el gobierno logra confirmar la desaceleración inflacionaria dejando atrás el rango del 4%/5% del cuatrimestre mayo-agosto.
En un país acostumbrado a los altos niveles de inflación, la noticia de una desaceleración en el índice de precios parece un respiro largamente esperado. Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la inflación de octubre fue del 2.7%, marcando el fin del ciclo de incrementos de entre 4% y 5% mensuales que dominaron los meses previos.
Esta caída en la inflación mensual constituye un hito para un gobierno que, desde el inicio de su gestión, ha adoptado un enfoque distinto en la política monetaria, en particular dejando de lado la emisión desmedida.
El Enfoque Monetario y las Tres Anclas del Programa Económico
Para entender esta desaceleración en la inflación, es necesario analizar los elementos clave de la estrategia económica actual. El equipo económico ha basado su política en tres “anclas”: la fiscal, la monetaria y la cambiaria.
En cuanto al ámbito fiscal, el objetivo principal ha sido que el Tesoro no recurra a la emisión monetaria como fuente de financiamiento, una medida destinada a estabilizar el déficit y reducir la dependencia de la creación de dinero. Esto es congruente con la visión de que la inflación es, en esencia, un fenómeno monetario, como explicó el economista Milton Friedman, y que la emisión de dinero por encima de la demanda conduce inevitablemente a un aumento de los precios.
El segundo ancla, el control de la base monetaria amplia, fue establecido a mitad de año tras un período de fuerte volatilidad cambiaria, que elevó la brecha entre el tipo de cambio oficial y los alternativos al 60%. Como medida de estabilización, el Banco Central adoptó una política de control de la cantidad de dinero en circulación, estableciendo un límite en la base monetaria.
Por último, un crawling peg con una devaluación controlada del 2% mensual. Esto buscó frenar la depreciación excesiva del peso, dar certidumbre sobre la evolución del precio del dólar y atenuar la presión inflacionaria resultante.
Control Monetario y Ajuste Económico: Las Consecuencias de la Estrategia
Para frenar el proceso inflacionario de forma más inmediata, el gobierno recurrió a un ajuste significativo a principios de año. A través de una devaluación que elevó temporalmente la inflación y redujo el poder adquisitivo de los ahorros, el Banco Central buscó "licuar" el exceso de pesos en circulación que estaban mayormente concentrados en instrumentos financieros, como los pasivos remunerados del Banco Central.
Este proceso de “licuación” inflacionaria, combinado con una política de contención del gasto público y una pausa en la recuperación salarial, ha profundizado la recesión que comenzó en 2023 y acentuó los efectos de un ajuste económico doloroso.
La economía local sigue enfrentando restricción externa, pujas distributivas, los empresarios siguen siendo los mismos y otros factores a los que generalmente se le atribuyen los motivos de la inflación, lo que ha cambiado es el factor monetario controlando los distintos focos de emisión.
Sin embargo, la estrategia ha dado resultados: con la oferta monetaria controlada, los precios comenzaron a estabilizarse. Para el gobierno, este avance representa una victoria temprana dentro de un programa diseñado para contener la inflación en el corto plazo y eventualmente, conducirla hacia un dígito anual, una meta ambiciosa en el contexto actual.
Un Punto de Partida, no de Llegada
A pesar de estos avances en el control de la inflación, los problemas estructurales de Argentina persisten. La restricción externa —la falta de dólares— sigue limitando el crecimiento; la puja distributiva y las luchas por los salarios entre sindicatos y empresarios continúan; y los niveles de pobreza, que superan el 50%, exigen una respuesta económica de mayor alcance. La estabilidad de precios es, sin duda, una condición necesaria para una economía sana, pero no suficiente para revertir los desequilibrios estructurales que afectan a la sociedad argentina.
Como el propio gobierno ha señalado, una baja en la inflación es solo el primer paso. La historia económica argentina muestra ejemplos de crisis agudas, como la de 2001, que se desarrollaron en un contexto de baja inflación. Para alcanzar un verdadero desarrollo económico, es crucial que la economía se recupere, produciendo un "rebote" que permita crear empleo, elevar el poder adquisitivo y reducir los índices de pobreza.
Hacia una Recuperación Integral
Ahora que la inflación muestra signos de control, el próximo desafío será impulsar el crecimiento económico. La política fiscal y monetaria deberá complementarse con un estímulo efectivo a la inversión y la producción, sin desestabilizar los logros alcanzados en materia de precios. La inflación controlada, sin lugar a dudas, sienta las bases para un crecimiento sustentable, pero el reto de restaurar la actividad económica y corregir las inequidades sociales que siguen vigentes.
En definitiva, Argentina se enfrenta a un escenario económico complejo: la desaceleración de la inflación representa un avance que le da un respiro a la economía, pero también subraya la necesidad de implementar políticas integrales que atiendan los problemas de fondo. La estabilidad monetaria es solo una parte del rompecabezas económico; el desafío radica en construir una recuperación que no deje a la inflación como un legado, sino como el cimiento de un crecimiento sostenido y equitativo para todos.