Gustavo Valdés construyó el resultado de ayer, sacando ventaja de la suma de errores por la falta de estrategia del poder central para un distrito intervenido en el que el Presidente asumió toda la responsabilidad y los costos por ser también titular del PJ Nacional.
Alberto Fernández privilegió, desde el inicio de su gestión, relaciones carnales con el mandatario correntino, aún más allá de lo institucional, con gestos que fueron tan repetitivos como públicos, al punto de molestar y mucho a los peronistas de Corrientes.
Quizás la gota que rebasó el vaso fue el desaire con sus partidarios, cuando asistió en Yapeyú al encuentro de gobernadores del Norte Grande, oportunidad en la que ni siquiera se cruzó a la carpa donde estaban legisladores y dirigentes del PJ local, claramente descolocados por el ninguneo presidencial.
Luego vino un largo tiempo de indefinición para cubrir la vacancia que dejó el Interventor renunciante, Julio Sotelo. Algo de difícil explicación en un año electoral en el que la elección de Corrientes tendría una lectura nacional para el propio Gobierno central, que hoy paga el costo de la improvisación y las malas decisiones.
Nunca quedó en claro por qué no aceptó la propuesta realizada desde el peronismo de Corrientes, para que el ex jefe de Gabinete, Aníbal Fernández se hiciera cargo de la Intervención, tanto más cuanto el propio Aníbal reveló que estaba dispuesto a instalarse en la Provincia, recorrerla y conducir la campaña desde la conducción política, operativa, judicial y mediática.
Entre idas y vueltas, así como la fallida designación que no se formalizó de un dirigente chaqueño postulado sin el aval de «Coqui» Capitanich, finalmente Alberto optó tardíamente por uno de los suyos, el intendente de Hurlingham, «Juanchi» Zabaleta, sin reparar en que las responsabilidades institucionales de éste, en medio de la pandemia, no le permitirían, ya en tiempo de descuento, poner la proa en la dirección correcta.
Zabaleta puso mucho empeño, disposición al diálogo y un cordial trato, pero no ocultó que tenía condicionamientos que le impidieron lograr listas de unidad en los tres niveles, esto es el municipal, el provincial y el nacional. Claramente no tenía la decisión final.
A la postre, la responsabilidad del resultado terminó recayendo en el propio Presidente que, a dos semanas de las Primarias, se expuso a una derrota que pudo evitarse y que perjudica al justicialismo de todo el país.
Comenzó a verse la pata a la sota
El Presidente participó de una reunión de gobernadores del Norte Grande en Yapeyú el 25 de febrero último, día del Natalicio del General José de San Martín. Anfitrión fue el Gobernador de Corrientes. Al descampado y a la intemperie, la dirigencia del peronismo correntino no logró que el Presidente se cruzara para mantener un diálogo que quizás hubiera evitado el resultado de ayer. Por entonces, todo parecía indicar un acuerdo con el Gobernador que finalmente no se dio, con un Valdés que hizo la suya y le salió bien.
No contó con la astucia de Valdés
El Gobernador, claramente manejó los tiempos. En la recta final decidió -con impecable lógica- jugar fuerte, sorprendiendo al Presidente, que no tenía un plan B.
Gustavo Valdés sorprendió al anticipar las elecciones para dos semanas antes de las Paso, a pesar de que tenía tiempo hasta el 10 de octubre. Una jugada de pizarrón que apuntó, por un lado, a posicionarse como referente de primerísimo nivel en Juntos por el Cambio; y por otro, a reposicionarse en la propia interna de la UCR nacional, en la que está llamado a tener un papel relevante, por sobre Gerardo Morales, y a la altura de los mendocinos.
A la hora de la verdad, Valdés no dudó en poner en apuros al Presidente, que ahora deberá explicar los resultados de Corrientes. Distinto hubiera sido si la elección provincial hubiera sido fijada para después de las Primarias. Un favor que Valdés no quiso hacerle a Alberto, consciente de la importancia que podría tener el triunfo de ayer, que hoy es tapa de todos los diarios del país. A la postre, todos se rascan para adentro y Valdés no es la excepción. Ayer, fue más que el Presidente.
En 2021, se reeditó lo de 2009
El atentado, aún no esclarecido del diputado Miguel Arias, ocurrido el jueves último, a tres días de las elecciones, hizo acordar a un episodio que conmovió a la Provincia en 2009, cuando, también un jueves y también a tres días de la elección de segunda vuelta, se produjo la muerte del periodista Hernán González Moreno, que tuvo una amplia repercusión, por largo tiempo, en los medios nacionales.
La revancha será el 12-S
En el Gobierno central pusieron todas las fichas en la elección nacional. Consideran que las mismas suelen ser mejores para el peronismo que las provinciales.
En la estrategia, el oficialismo nacional sacrificó a una senadora del círculo íntimo de la ex Presidente, Ana Almirón, a quien relegó como segunda en la oferta de senadores nacionales, por debajo de Camau Espínola.
La propia Cristina convalidó la propuesta que le llevaron con la promesa de que podrían repetir la elección de 2015 y llevarse los dos senadores de la mayoría y dos de las tres diputaciones nacionales.
La Vicepresidente, llamada a resolver la compaginación de las listas en las ocho provincias en las que se renovaban bancas en el Senado, adhirió a la propuesta, aunque con la advertencia de que no se equivoquen.
Sabidos son los reparos que Cristina tenía con Camau como con el Gobernador Perotti, pero, a la hora de decidir, entre el poder y el rencor, la ex Presidente volvió a mostrar su pragmatismo, característica reveladora de su inteligencia.
Los resultados de ayer, en la magnitud de las diferencias logradas, pone en duda la ingeniería electoral armada para las Primarias.
Habrá que ver la capacidad de respuesta de la dirigencia y la militancia del peronismo local para sostener la oferta electoral del Frente de Todos en la elección nacional.
Claramente, el resultado de ayer no fue alentador, pero elecciones son elecciones y efectivamente son planos distintos. El Libertador