Axel Kicillof se sentó en la mesa de negociación que convocó el presidente Javier Milei para evitar una foto que lo mostrara como “antidemocrático” y porque cree que puede dar una pelea dura, aunque con final abierto, por morigerar el recorte de fondos que hasta ahora le quitó a la Provincia el equivalente a 3 puntos de coparticipación. Pero en el centro de su estrategia late un riesgo grande: la estabilidad del “núcleo duro” gobernadores que el viernes demostraron que por ahora están en sintonía entre sí para imponerle condiciones al Presidente.
“Qué bien que viniste, es muy importante, Axel”, le dijo el radical correntino Gustavo Valdés a su par bonaerense –están en las antípodas políticas – cuando se lo cruzó en la Casa Rosada. Kicillof respondió con una formalidad, que no agota sus razones: contra lo que afirmó una lectura apresurada de su frase “arranquen sin mí” del discurso en la Legislatura, nunca pensó en no ir porque cree que eso hubiese favorecido a Milei. “No vamos a dejar una silla vacía en una negociación que arranca recién y encima para aparecer cerrados al diálogo”, resumen.
En la gobernación anotaron como una victoria con moraleja la decisión nacional de retrotraer el recorte de fondos para los colegios de doble turno. Fue una batalla acotada en la que la Casa Rosada exhibió algo de torpeza política: en PBA funcionan hace un tiempo 2.200 colegios con esa modalidad y Kicillof anunció que los sostendría, a un costo de $9 mil millones mensuales, porque para quienes cursan ya es un derecho adquirido la modalidad. Pero rechazó sumar otros 60, por el simple hecho de no tapar con dinero bonaerense un bache que generó Milei.
“Pelear sirve”, fue la conclusión-enseñanza de su equipo político, que ya piensa en venderlo como un beneficio para todos (incluso para los gobernadores que no tuvieron espalda para aguantar y levantaron toda la modalidad educativa) conseguido por la intransigencia bonaerense. Pero la inflexibilidad tiene doble cara: en el caso del Fonid y el Fondo Compensador del Transporte Kicillof tampoco suplirá lo que no pone Nación. Docentes y Transportistas sufrirán por lo tanto en rigor del ajuste. Serán una muestra viviente –y vociferante- de los efectos sociales del plan libertario.
Esa dureza, como se dijo, no implica negarse a la negociación. Más bien marca el tono que busca imprimirle Kicillof, que por lo demás es escéptico en cuanto a sus resultados, curiosamente una reticencia que también se le atribuye al Presidente. El gobernador bonaerense reclamó por los fondos recortados, obviamente. Pero desde una plataforma política particular: cree integrar un núcleo de negociadores duro con los seis patagónicos (Torres, Figueroa, Vidal, Weretilneck, Zillioto y Melella, estos dos últimos presionando internamente para que se mantenga la tensión con Milei), Llaryora, Pullaro, Zamora, Quintela y Jalil, que apurado por Lucía Corpacci tiene poco margen para más veleidades oficialistas.
Es el entramado que plantea un impuesto a los altos ingresos –se pagaría con un piso de $10 millones indexable- como alternativa a la reimposición de Ganancias, que el gobierno ofrece con formato pre eliminación por parte de Sergio Massa, que dijo que se lo pidieron los gobernadores, el mismo argumento que ahora Milei usa para reponerlo. La negociación es incipiente: aún si prosperase la propuesta del impuesto nuevo, sería mucha menos plata que la opción que plantea Nación, a la que por otra parte le objetan funcionar “con el aporte de asalariados”.
Kicillof mantiene un esquema defensivo, pero en línea con lo anterior: con la quita de Fondo de Fortalecimiento Fiscal judicializada, apuró un adelanto de Ingresos Brutos a grandes empresas –las principales son hipermercados- con el que recaudó $164.000 millones. Estima que hay un remanente sin liquidar de 5 mil millones. En paralelo, exprime un mecanismo novedoso adelantado por DIB: la indexación de los impuestos patrimoniales. Es una medida que el grueso de la oposición acompañó en la Legislatura, por lo que solo protestan cámaras patronales.
Un punto de duda importante es la estabilidad política de ese entramado. Por ahora, el hecho de que Nación “no pone nada” en el nuevo reparto los cohesiona. Pero no está nada claro todos que piensen lo mismo sobre aspectos centrales del esquema, como la nueva fórmula jubilatoria, un esquema de privatizaciones que de movida se redujo pero sigue incluyendo a Aerolíneas Argentinas y al Banco Nación, o sobre un cúmulo de facultades delegadas que se supone menos amplio pero de todos modos importante.
Kicillof enviará a Carlos Bianco y Pablo López -ministros de Gobierno y Economía- a las comisiones policía y económica que prolongarán las negociaciones. Pero el primer planteo buscará estresar el diálogo: de acá a mayo cuando se supone que se cierra todo el esquema, con una redistribución de coparticipación incluida, “falta mucho”. Ese será el mantra que repetirá Buenos Aires, mientras con un ojo mira además de al núcleo “duro”, los movimientos de los gobernadores de lo que definen como “la zona gris”. Son Sanz, Sadir, Zdero (por algunos puentes poco visibles que tendió con los duros) y Passalacqua. Las fronteras con perfiles como el de algunos integrantes del scrum que Kicillof ve como jugando cerca de sus posiciones son porosas. Un golpe de timón en la negociación y el tablero podría cambiar sustancialmente. Pero por ahora las cuentas políticas le dan al bonaerense: “que salieran Jaldo y Frigerio a la conferencia de prensa junto a (el ministro del Interior, Guillermo) Francos demuestra que en estos días no sumó a nadie nuevo” a su trinchera, se esperanzan en su entorno (DIB) AL