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Opinión del Lector

Correr los límites un juego peligroso

Jorge Perez

Por Jorge Perez

En una película francesa del año 1968, "Adiós al amigo" dirigida por Jean Herman, el personaje interpretado por el actor Charles Bronson, jugaba un juego que consistía en apostar que él podía introducir una moneda en un vaso lleno de agua sin que el agua se desbordara. Y lo hacía con cuidado, la moneda entraba y el agua rebosaba muy levemente el borde del vaso, pero la tensión superficial impedía que desbordara. El secreto del juego consistía en introducir la moneda en un modo tal que no quebrara la tensión superficial, si la moneda se introducida de otra manera esta se rompía y el agua desbordaba. Ese juego ejemplificaba la diferencia entre correr el límite hasta el máximo posible o romper el límite, entre llevar las reglas hasta su límite o quebrar las reglas. En algunas situaciones similares al juego que proponía el personaje, la diferencia puede ser muy muy, pero muy pequeña, casi nula.

Y esta imagen se puede aplicar a muchos otros ámbitos como el de la política y permite entender en forma clara la actual dinámica política que hay en el Estado Plurinacional de Bolivia, una situación que usando el símil del juego anterior puede ser vista como un exceso de protesta social con fines legítimos o una incitación a la ruptura del orden constitucional.

Muchos titulares de diarios y medios de comunicación colocan el conflicto como una disputa entre dos personas, Luis Arce Catacora y Juan Evo Morales Ayma, e intentan encontrar las claves del conflicto en las relaciones personales que ellos tenían desde los mandatos presidenciales de Evo Morales, en los cuales el actual presidente Luis Arce fue Ministro de Economía y Finanzas Públicas. Puesto desea manera sería un conflicto subjetivo es decir un conflicto entre personas que difieren acerca de un montón de cosas, y que llevan ese diferendo hasta una situación de mucha violencia.

Pero ese tipo de enfoque, oculta o tergiversa la verdadera naturaleza del conflicto que no es un conflicto entre dos personas, sino que es un conflicto entre quien detenta el poder ejecutivo constitucionalmente elegido y en ejercicio legal de ese poder y un ciudadano particular afiliado a un partido político que reclama contra una sentencia de un tribunal, el Tribunal Constitucional Plurinacional que interpreta de un modo a la Constitución Política del Estado. Es decir es un conflicto institucional, que involucra por supuesto a todo el gobierno y no solamente a una persona que ejerce el poder ejecutivo, y que del otro lado pone a una persona afectada por una sentencia judicial en un camino que no es el camino legítimo para poder revertir esa sentencia, y que incluso se rehúsa a abordar el único camino legal existente, que debería comenzar con un referendo que le preguntara a la población sobre la factibilidad de abrir un proceso de reforma constitucional que permitiera resolver la cuestión de la interpretación de la constitución.

Y ese ciudadano particular, el expresidente Juan Evo Morales Ayma, usa el poder que tiene sobre una facción del partido Movimiento al Socialismo para obtener lo imposible que es lograr que un tribunal modifique una sentencia por medio de una movilización popular. Porque si ello ocurriera estaríamos directamente ante una subversión del sistema político.

En el trayecto de la marcha hacia La Paz encabezada por el expresidente, hubo escenas de violencia entre partidarios del actual presidente constitucional y partidarios del expresidente al pasar la columna de partidarios evistas por la localidad de Ventilla, El Alto, en donde el enfrentamiento dejó varias personas heridas y se apedrearon ambulancias, lo que hizo que la ministra de Salud, María Renee Castro señalara que “Eso no pasa ni en una guerra”. Y en la ciudad de La Paz se han tomado medidas para de alguna manera vaciar de gente las calles suspendiendo las clases escolares tanto en La Paz como en El Alto.

La situación escala y cada uno de los sectores sociales que apoya a uno u otro de los enfrentados levanta las demandas, en el caso de los disidentes, se habla de volver a la revolución y en el caso de los sectores oficialistas, como la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos se exige la aprehensión del expresidente. “Hagan cumplir nuestra Constitución Política del Estado y aprehendan a este señor (Evo Morales) que está incitando a la violencia, está creando sedición y un intento de golpe (de Estado)”.

Así como el conflicto no es un conflicto entre dos personas sino un conflicto institucional muy grave, las demandas del sector disidente no son exactamente las que se declaran, sino que parecen otras. Es claro que nadie avisa que va a dar un golpe de estado al contrario los motivos que se sostienen explícitamente señalan la defensa de los derechos electorales del expresidente, y la creciente crisis que golpea a la economía boliviana.

Pero ni los procedimientos ni las intenciones encubierta parecen ser esas, sino que se esboza un intento de chantaje social al gobierno para instalar una situación de efervescencia, poniendo sitio a las ciudades de La Paz y de El Alto, para lograr una protesta masiva que lleve a la renuncia del presidente constitucional. Hoy, ante el estado de cosas y ante la negativa del sector opositor a ningún diálogo con el gobierno central, esta parece ser la intención real del movimiento disidente.

Y podemos volver al juego que interpretará el personaje de la película. ¿Estamos ante un caso de disidencia tan pero tan radical que casi llega a confundirse con la sedición? ¿O estamos ante una sedición explícita en un intento de subversión del orden constitucional? Hay ciertas circunstancias en las cuales la diferencia entre ambas cosas es tan pequeña que prácticamente se hace imposible discriminar y en que un movimiento de protesta social y disidencia es indiscernible de un intento de golpe de estado. Y esa parece ser la apuesta de la facción opositora, encarar una protesta, como excusa la crisis económica estructural de la nación boliviana, declarar que los objetivos personales no son los centrales, pero forzar los límites hasta romperlos. Y así lo ha caracterizado el presidente Luis Arce Catacora, al señalar que los bloqueos son un intento explícito de golpe de estado.

Y la actual coyuntura en donde hay enfrentamientos entre grupos de personas que adhieren al arden al orden constitucional o a la facción disidente, el límite parece uno solo: la posible sangre a derramar. Eso, eliminaría cualquier duda y pondría blanco sobre negro un intento de subvertir el orden constitucional. Jugar con los límites al extremo es un juego muy peligroso porque sus resultados pueden no ser el que muchos sostuvieron inicialmente, sino que los resultados pueden ser muy peligroso, puede llevar a una situación de guerra civil y desintegración del estado.

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